Cuando nos convertimos en madres siempre tenemos ciertas expectativas, grandes o pequeñas. Hacemos muchas cosas, compramos otras, imaginamos más.
Por Clara F. Zapata Tarrés / La Liga de la Leche A.C.
Hace algunos meses, tuve mi grupo de apoyo en la Unidad de Medicina Familiar 88 del IMSS en Ramos Arizpe. Pocas veces se presta el espacio y el tiempo para profundizar sobre las historias de vida de las personas que asisten a los grupos de apoyo de La Liga de La Leche. Cuando hablamos con una persona que quiere ayuda, en persona o por teléfono, es más fácil porque tenemos la oportunidad de crear un diálogo largo, con preguntas y escucha activa que permiten la profundización de la conversación. En esta ocasión sí tuve la fortuna de poder hablar con algunas mamás que llegaron más temprano.
Miro, veo sus ojos, sus uniformes del trabajo, sus botas especiales de seguridad que usan en las fábricas… Son mujeres especiales, como todas, que necesitan apoyo en esta transición hacia la maternidad. Una habló sobre la pérdida de dos bebés anteriores a este y sobre el miedo que conlleva para su futuro bebé; otra habló sobre la poca información que tuvo sobre la cantidad de leche materna que recibía su bebé y la manera en cómo tuvo que introducir fórmula; otra, muy entusiasmada por la llegada de su bebé, habló sobre su enfermedad, asma, y del miedo también, que le causaba el parto; tuve a una abuela que cuidaba a su nieta y que se encontraba muy ansiosa porque la bebé quería esperar a que su mamá regresara de sus estudios y no quería probar ningún tipo de leche ni de comida hasta entonces; otra más, una madre que en su primer embarazo tuvo pre-eclampsia y no pudo amamantar porque estuvo anestesiada y durante muchos días internada y; finalmente, relató su historia una madre que tuvo gemelos y que a los pocos meses le dio una gran depresión y el cansancio no la dejó continuar con su lactancia.
Aquí lo resumo, pero fue de una gran intensidad conocer cada historia y cada emoción respecto de la maternidad y la lactancia. Existe pues, una gran diversidad de situaciones y de contextos en los que nos encontramos, las mujeres o incluso personas que serán las encargadas de criar a un bebé pequeño. Estas personas (mujeres, hombres, parejas, esposas, madres, abuelas o abuelos, maridos, etc.) tenemos grandes expectativas, esperamos cosas y soñamos con hacer lo mejor para nuestros bebés.
Lo que observo en muchos de los casos, es que, o amamantaron libremente con su decisión autónoma y poderosa a cuestas o por algún motivo no lo hicieron o no lo lograron, casi siempre por circunstancias específicas y no personales que las orillaron a ello. Casi nunca, o nunca más bien, una persona decide NO amamantar (aunque hay casos, seguro que sí). En general, siempre existe y vive un deseo profundo por dar leche materna y alguien, ajeno a sus historias, les dio “permiso” para no hacerlo o también faltó el apoyo de los diferentes sectores, desde la familia, la comunidad y la sociedad en general. En este entorno, la culpa se presentó.
Esto se puede generalizar para muchos procesos de transición, para muchos rituales de paso, referentes a la sexualidad, en los que nos encontramos inmersas las mujeres (los partos, las cesáreas, las primeras relaciones sexuales o las siguientes, la menstruación, la lactancia, etc.). La culpa viene caminando de la mano de un fracaso, cuando realmente no decidimos libremente, cuando no buscamos ayuda o esa ayuda que recibimos no resultó efectiva. Las expectativas no se cumplieron o nos desilusionaron. La culpa viene porque no logramos algo que nos propusimos o por la decisión que no pudimos tomar.
¿Qué podemos hacer con esa culpa, cuando nuestro deseo era efectivamente amamantar? ¿Por qué decidimos y elegimos entre una cosa u otra? Yo no tengo la respuesta; cada una la tenemos en lo profundo de nuestro corazón.
En este contexto, una de las estrategias que pueden funcionar, se refiere a lo que Ibone Olza nos comparte en uno de sus artículos >> (https://iboneolza.wordpress.com/2012/08/02/dar-el-biberon-como-si-fuera-el-pecho/), y que es importantísimo decidamos o no amamantar y que además recalca que se trata de pensar en nuestros bebés y en su óptimo desarrollo físico, cerebral, emocional, neuronal y psicológico. Se trata pues de tratar a nuestro bebé como si fuera amamantado, de ponerlo en nuestro regazo, de hablarle, de no dejarlo en la cuna o en el portabebé con una cobija que detenga el biberón… Se trata de darle el biberón como si fuera el pecho, de ponerlo piel con piel si es necesario, de ofrecerle nuestro pecho para succionar aunque no salga leche… Se trata pues de asumir que la lactancia no solamente es un líquido blanco que representa un alimento físico. Y se trata también de entender finalmente, y valga la repetición, de alimento emocional, de cariño, abrazo, afecto, sentimiento, amor, placer, etc. Y todo esto no es un capricho. Tiene fundamentos científicos en los que se demuestra que el desarrollo infantil es estimulado para enriquecerse, que los niños crecen más sanos, que la oxitocina genera alegría y tranquilidad, que se desarrollan muchas más conexiones neuronales… Y entonces, la culpa se desvanece en el aire. Alimento a mi bebé a libre demanda, lo cambio de lado, lo tomo en mis brazos, le canto, lo arrullo, lo beso y lo abrazo, lo dejo succionar, YO le doy todas las veces que tengo la oportunidad y entreno a los cuidadores a realizar lo mismo. La culpa ya no existe y recupero mi tristeza, mi vergüenza quizás, mis temores, mis dudas, abrazando y arropando a mi bebé con mis caricias. Y ya no me siento sola porque recuperé mi voluntad y decidí criar con toda la responsabilidad que implica, a mi bebé. Amamantar o criar a un niño o una niña como si tomara el pecho es una manera de demostrarme a mí misma y a nadie más que yo lo decidí y que nadie me quita o me da permiso para hacer de mi vida lo que yo quiera. Decido y asumo las consecuencias.
Y en estas líneas, obviamente les hablo a las madres que desean amamantar, no a las que deciden no amamantar con conciencia. Creo fervientemente en la libertad. Y creo también que cada madre es especial y que por eso es necesario que aprendamos a escuchar desde el corazón intentando hacer crecer la empatía que significa ponerme en los zapatos del otro y de abrir mi mente para evitar juzgar la historia de vida o las expectativas que tiene cualquier persona que desea criar a un bebé, respetando sus derechos. Amamantar, con sus tonos de blancos, negros y grises, debe ser un placer. Sino, ¿para qué?…
Bibliografía
https://laligadelaleche.org.mx/
Las experiencias de la tribu en los grupos de apoyo de La Liga de la Leche, te ayudan a llevar estos procesos de manera más relajada y tranquila. No dudes en asistir a alguno y pedir apoyo cuando lo necesites.