Por Daniella Monarez
A lo largo de todo este año he vivido al día, tanto en compromisos, quehaceres, pagos y demás. Si hago memoria puedo concluir que también se me ha permitido un año más vida para mí y los míos, así mismo creció mi experiencia como residente con una conciencia más profunda de la salud, dejé muchos retos sin cumplir como el de hacer ejercicio o dejar de morderme las uñas, creció el cansancio exponencialmente, logré que me publicaran como escritora, adquirí algo más de madurez y una colitis marca diablo.
Este es el primer año nuevo que no lo veo como una nueva oportunidad, ya que descubrí en el transcurso de éste que corre que la oportunidad es diaria, decidí simplificar mi vida y me funcionó bastante bien, ya no me atormento más por las situaciones que no están en mis manos, las dejo fluir y que el curso natural del tiempo las resuelva.
No sé qué deparará el 2018, pero los números par siempre me han gustado y ese es un punto a su favor. Si Dios me permite cumpliré 32 y estaré a un paso más de terminar la especialidad, este entrenamiento que además de difícil por la práctica y horarios extenuantes, lo ha sido por el ambiente tan hostil en el que se ha convertido el servicio.
Si tuviera la oportunidad de cambiar algo, sería sin duda alguna todas las ocasiones en las que perdí la paciencia con mi hija, le leería más libros, jugaría más con sus muñecas y saldría más en bici con ella.
La única ocasión que recuerdo haber llorado durante el 2017 fue por una mala jugada de una doctora que se decía ser maestra, de esas que no comprenden el sentido tan hermoso de la enseñanza, no recuerdo haber padecido ninguna enfermedad que no sea a causa del estrés: cefalea, dolor de espalda, etc. Fui más honesta y clara con lo que quiero, me quejé menos de lo que me desagrada, cambié de look 3 veces y no gasté en tanta cosa inútil.
Considero que si tuve un buen 2017, nos tratamos bien mutuamente y honro cada uno de sus días. Y así le doy la bienvenida al Nuevo Año, te recibo con los brazos abiertos.