Por Champaca Treviño
Hace algunos meses tuve la oportunidad de vivir una experiencia totalmente enriquecedora, un gran amigo y experto consultor me decía: “Champaca es momento de hacer otro curso”. En lo personal tenía mis dudas, una agenda muy apretada que me hacía decirle: “Alejandro, no lo sé”. Estaba enfocada en otros temas. Por los mismos días una gran amiga me preguntaba cuándo tendría cursos, que cuando tuviéramos fecha para alguno de ellos, le avisara, ella quería un lugar.
Las cosas se dieron de una u otra forma, me comprometí en agenda, separé espacio para capacitación, vuelos de viaje, logística y organización, he de confesar que no muy segura ya que tenía proyectos comprometidos, el tiempo encima y se atravesaban vacaciones. Algo me hizo seguir adelante, mi amiga era el primer boleto de asistencia vendido, sin embargo, no era para ella, era un regalo para su esposo.
Se llegó el día, él fue la primera persona en llegar, puntual, sonriente, eligió el primer asiento de la sala de capacitación, justo a un lado del expositor.
Transcurrieron las más de 6 horas de aprendizaje en donde el grupo de asistentes era de grandes líderes, con varios extraordinarios amigos como asistentes y personas con las que me tocaba trabajar por primera vez, había un clima de gran participación, de ganas de aprender.
Sin embargo, algo llamó en mi la atención, el esposo de mi amiga, un gran amigo, tenía un brillo especial, fluía de una forma diferente, él quería participar en toca actividad, en toda dinámica, buscaba saber más y más del tema. El curso era con un enfoque al desarrollo humano, con temas para analizarte como persona, profesionista y líder visionario y él buscaba de una forma especial aprender, vivir, sentir al máximo el curso, tanto, que en uno de esos momentos en que el caminaba y participaba en las dinámicas le tomé una fotografía, se la mandé a mi amiga y le dije: “¡Está feliz!”
Terminó el curso, se acercó conmigo y me dijo, “gracias, me encantó el curso, fue totalmente diferente y aprendí muchas cosas, gracias”. Sin embargo, Carlos, amigo, al poco tiempo la vida decidió que emprendieras el vuelo hacia la gloria eterna y hoy yo te quiero dar las GRACIAS a ti porque me diste un gran aprendizaje, de cómo podemos ser un medio para que una persona viva y disfrute tanto aprender. Diste un sentido muy gratificante a mi trabajo, gracias también a la vida que acomodó las piezas para que ese curso se diera. Abro los ojos y tengo un punto de vista totalmente diferente, con un compromiso, una responsabilidad aun mayor, para hacer de la consultoría un trabajo de calidad, de emprender el máximo esfuerzo en cada curso. Acción y aprendizaje para un cambio. Vamos con todo hacia el 2018, amiga me quedo con tu frase: “Un día a la vez.”
Hagamos que nuestro trabajo, más que un producto o servicio, deje un valor agregado en nosotros y en las personas, gracias a todos los que han confiado en mí como consultora, ¡que tengan felices fiestas!
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