Por Mayte Cepeda
En los distintos estilos que maneja el Hatha Yoga (la rama del yoga que maneja posturas físicas, mudras y respiración), se han diseñado algunos muy enfocados en la alineación y simetría del cuerpo, así como en el cuidado y prevención de lesiones físicas.
Un ejemplo de ello es el sistema Iyengar, denominado así por su creador BKS Iyengar quien, debido a complicaciones en su salud y estructura ósea, diseñó un sistema de yoga especialmente enfocado en proteger al cuerpo físico de lesiones y lastimaduras, mediante la prolongación de tiempo en las posturas, para hacer al cuerpo más resistente, así como el empleo de accesorios, para ayudar al cuerpo a entrar y profundizar en posturas que él consideraba más complejas, evitando así lastimar el cuerpo, sin perder el derecho de sentir los beneficios que la postura generaba en sí.
En los diecisiete años que tengo haciendo yoga, debo confesar que el estilo Iyengar lo he practicado muy poco, en comparación a otros estilos. Sin embargo, en mi práctica personal, últimamente me agarro lo que tenga a mi alrededor para ayudarme a entrar en posturas o incluso a realizar posturas que, sin esa ayuda, no podría realizarlas, o simplemente para profundizarlas un poco más.
Los accesorios o llamados yoga props pueden ser todos los objetos que se te ocurran, mientras les veas funcionalidad y uso. Como ejemplos de accesorios digamos “avalados y comprobados respecto a su uso y beneficio” te puedo mencionar los más comunes, como los bloques rectangulares, que están hechos de un material suave al exterior como el foamy, pero firmes y resistentes al interior para poder sostenerte; los cinturones o bandas para ayudarte a sostener firme brazos o piernas, según el lugar donde las necesites; las pelotas inflables que, incluso se utilizan más en el Método Pilates, pero para el yoga han resultado unas excelentes aliadas, para ayudar en posturas de apertura de pecho, en balances de brazos, entre otras; las cobijas, que se enrollan o doblan según la postura en la que ayudarán y tienen un efecto restaurativo y de descanso y las sillas, que se emplean para profundizar en posturas de balance, aperturas, torsiones y cuanta postura puedas imaginar encima de una silla.
Otro ejemplo de grandes ayudantes para la práctica de yoga, al menos en mi caso es la pared, ya que, aunque en mis clases procuro que mis alumnos no la usen mucho, ya que después nos resulta difícil (por el miedo que nos genera hacer la postura) deshacernos o “divorciarnos” de la pared. Sin embargo, para posturas que demanden mucha fuerza y equilibrio, como los parados de cabeza, de antebrazos y de manos, la pared resulta excelente para ayudarnos a trabajarlas, si acaso aún no las dominamos solas y que, sin embargo, usando la pared o un muro, podemos ir preparando al cuerpo a dominarla de una manera segura y sin ponernos en riesgo.
El gran accesorio por excelencia es, obviamente el tapete de yoga que, como recomendación, deberá ser firme, no muy grueso y que no te resbales en él.
La creatividad para emplear los yoga props puede ser tan amplia como tú lo desees. En mi caso particular, uso escaleras, sillas, mesas, camas, todo lo que se me ponga enfrente, lo pruebo en alguna postura y ya veo y siento si me ayuda o mejor lo trabajo de otra manera. El chiste es que no se nos olvide nunca que por encima del uso de estos accesorios y del desarrollo de las posturas en sí, es bien importante que tengamos muy claros nuestros límites físicos y nuestras condiciones anatómicas.
El uso de accesorios o los llamados yoga props, tienen como finalidad ayudar al cuerpo físico a cuidarlo en su proceso de lograr el dominio de una postura, de fortalecerlo, hacerlo más flexible, de restaurarlo cuando éste se ha lastimado con alguna lesión, de emplear alternativas para cuerpos que cuenten con alguna condición física especial, pero sobre todo, y al igual que la postura de yoga en sí, de desarrollar nuestra propia consciencia sobre los efectos y beneficios del yoga en nosotros. ¡Namasté!
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