Por Alex Campos
Estoy saboreando un momento suculento, de esos que a las mamás nos saben a gloria.
No recuerdo cuándo comenzó “la guerra de las verduras” en mi casa, el tema tan sonado en el mundo de las mamás e hijos pequeños de “comer frutas y verduras”, nunca había sido motivo de preocupación, en mi caso, batallo más con otros temas que con el de la comida.
Sin embargo, hace unos meses, que en realidad yo sentí como años luz, mi hijo mediano decidió hacerle el feo a las verduras… entiéndase cualquier verdura que yo pusiera en su plato. A esta época y capitulo en mi diario de mamá, he decidido darle el nombre de “La guerra de las verduras”.
En esta batalla, mi hijo era el más aguerrido contrincante, las verduras y yo sufríamos diario el desprecio, los berrinches y los malos ratos en la mesa, pues el jefecito “anti verduras” había decidido que, costara lo que costara, el no comería ni una sola verdurita, ni en cuadritos diminutos escondidas en una sopa de pasta, ni con chilito y limón, ni aunque hubiera premio de por medio. Vaya, a este guerrerito no le ganábamos ni guardándole el plato para la cena y sin algunas horitas sin comer.
Intenté de todo, de verdad que a la hora de la comida ya me esperaba los berrinches y llantos a todo volumen pues él no cedería y yo -muy en mi papel de mamá-, tampoco. Algunos días no le daba nada más que verduras y lo condicionaba con que si no las comía no había más… pues no se las comía.
También llegué a gastarme algunos minutos extras al preparar la comida pues partir diminutos pedacitos que disimuladamente ponía en el arroz o la carne y en la sopa… ¡el las esquivaba! Además, así no lograba que regresara su gusto genuino por las verduras.
Mi frustración llegó tan lejos que un día (y digamos uno de esos días en los que el horno no anda para bollos) me cansé de entrarle a la difícil batalla de las verduras, lloré… entre enojo y desesperación y entre berrinches incontrolables del pequeño guerrero, yo saqué la bandera blanca, raro en mí, pues a las mamás luchas (como el comercial del supermercado) ¡nada nos detiene!
Al día siguiente serví los platitos de mis pequeños, a la mayor y al pequeño les serví una porción extra de verduras y dije “ustedes sí que van a ser muy fuertes, van a correr súper rápido y brincarán tan alto como un conejo.” Y por supuesto que apliqué mis mejores saltos y puse duro mi “conejo”, cargué algo pesado y dije: “¡Yo quiero mucha verdura para ser más fuerte!” Me sentí literal enfundada en el atuendo de mamá Lucha en el comercial de La Comer.
Ni con tanto esfuerzo, mi comentario surgió efecto en ese momento.
Al día siguiente, al recogerlos de la escuela, pregunté: “¿Quién quiere ser súper fuerte, brincar muy alto y correr muy rápido?”
Sin pensarlo gritaron “¡Yo!”, “¿Quién quiere ser un súper héroe que come muchas verduras para crecer y ser muy veloz?”, “¡Yo!”
Cuando llegamos a casa serví los platos, a mi señor antiverduras no le serví ni una sola verdura.
Al ver el plato de su hermana mayor y escucharla decir “Seré muy fuerte mami”, inmediatamente dijo “Yo, verduras”. Vaya que ese pequeño jefecito de 2 años sí que me hizo ponerme nerviosa, era mi última carta a apostar y valió la pena.
Me alejé de la imposición, de los castigos, de disfrazar las verduras cosa que no ayudaba en nada, busqué una manera de hacerlo divertido y ahora hasta jugamos a dar bocados juntos de verduras para luego ver cuán alto saltamos y ¡qué tan grande es nuestro conejo!
He ganado una dura batalla al defender la integridad de las verduras, puedo dormir tranquila pues aprendí muchas cosas y me deshice de la horrible “imposición”.
Que la creatividad, el buen humor y el amor sean los ingredientes secretos para cada guerra de verduras que tengamos que pelear.