Hoy solo escribiré acerca de lo que me hace amar mi profesión.
Por Daniella Monarez
Honestamente hasta el camino de casa al hospital me gusta, esa hora del tráfico donde la mayoría es gente trabajadora, que al igual que yo, ha madrugado para hacer sus labores con la oportunidad de un nuevo día.
La rutina está muy establecida, llegar al estacionamiento, mostrar el tarjetón y estacionar el auto, caminar un par de cuadras y llegar a la puerta de empleados donde todos nos saludamos con un buenos días, percibiendo desde temprano el olor a café, al llegar al piso más alto nos bajamos los residentes que nos fuimos acumulando durante 10 pisos, firmamos entrada y nos dirigimos al aula para ver temas de interés durante una hora, al finalizar nos reunimos para tomar el desayuno, que es la primera oportunidad que tenemos para contarnos como estuvo la guardia, acerca de los pacientes que recibiremos y uno que otro chisme, recargamos el termo y nos vamos a nuestra parte favorita: el quirófano.
Me encanta entrar ahí, vestirme el uniforme quirúrgico, gorro, botas y cubre bocas, no puedo omitir ver la personalidad de cada compañero en su gorro, ya sea de comics, equipos de futbol o recientemente mis favoritos los hechos a mano por artesanas mexicanas.
Preparar una sala de cirugía y prender la máquina de anestesia es mi parte predilecta del día, siento como si fuera un piloto preparando al avión para encenderlo y volar, con todos esos botones y palancas que solo nosotros entendemos. Apoyar y hacer equipo con el médico quirúrgico, procurar al paciente, tranquilizarlo, permanecer en su cabecera durante todo el procedimiento, mantener la estabilidad de su presión arterial, la respiración etc. Eliminar todo su dolor y verlos dormir es una satisfacción, así como procurar una buena estancia y una mejor recuperación. Y al llegar el invaluable “gracias” sé que he obtenido mi mayor recompensa.
Todos los días practico la felicidad porque para mí es un estilo de vida honro a cada uno de mis pacientes sabiendo sque ellos son los que más me aportan a mí.
Desde hace algunas semanas decidí proyectar éste gozo del que tanto hablo, en casa procuro expresar solo gratitud y alegría cuando me refiero a mis quehaceres de médico, trato continuamente de expresar lo bien que me siento siendo doctora, sobre todo con mi hija, en un intento en el que ella sepa que desarrollarnos en los más nos apasiona es gratificante.
Marzo para mí es como año nuevo, lo celebro con la misma alegría, ya que es cuando termina y comienzan el ciclo escolar, así que estoy a punto de subir un escalón más, y resta solo un año de terminar mi preparación como especialista. Tengo la conciencia que es mi decisión estar y permanecer aquí, eligiendo continuar a pesar de los sacrificios y malos tratos que recibo, porque tengo la convicción que hay algo más grande detrás de todo esto esperándome.
El último estirón de 365 días ha llegado, y es por eso que me atrevo a elevar una oración, perseverancia para mi persona, paciencia a mi hija, y a Dios, vida. NES