¿Será que nos hemos estancado igual en alguna etapa de nuestras vidas?
Por Lorena Salas
Hasta hace poco creía que la comida engordaba y que cada bocado que entraba por mi boca o incluso el aire que respiraba me hacía estancarme aún más en mi peso, pero no fue gracias a muchos procesos de desintoxicación emocional que descubrí que lo anterior era un conjunto de creencias que traía bien arraigadas desde mi infancia.
¿Te resulta familiar esta historia? Muchas veces nos podemos encontrar estancados en el mismo peso por mucho tiempo, años quizás, pero esto tiene un trasfondo mucho más amplio, ¿será que nos hemos estancado igual en alguna etapa de nuestras vidas? ¿nos hemos ciclado a tal punto de sabotearnos y sabotear también nuestras emociones a través de la comida?
Lo anterior me llevó tiempo entenderlo, comprenderlo, asimilarlo y aceptar que, para poder salir de ese ciclo sin fin, tenía que reconocer mis sentimientos, hacerme cargo de ellos, soltar heridas del pasado, librarme de la culpa por comer ciertos alimentos, dejar algunos hábitos y comenzar a fluir y sobretodo, visualizarme en lo que realmente quiero: sentirme libre y ligera física y emocionalmente.
Los miedos, dudas, depresión, el estrés cotidiano, la incertidumbre, el vacío espiritual, la falta de gozo por la vida, son sólo algunos factores que propician esa inagotable ansiedad por comer y querer llenar cada hueco emocional con lo que se cruce enfrente. Y a veces, sin darnos cuenta ya comimos algo que ni se nos antojaba, pero en ese momento cumplió el propósito de darnos cierto alivio.
Y así se convierte todo esto en un círculo vicioso, comer para satisfacer los “antojos”, que en realidad representan esos procesos no trabajados en nuestra vida. Pero, ¿hasta qué punto parar? ¿cómo saber si estamos usando la comida como un escape a nuestros problemas?
La respuesta está en reconocer y aceptar que necesitamos ayuda, ya sea acudir a terapia profesional o mantener mente y cuerpo ocupados y lo más importante al menos para mí: dejar de creer que la comida engorda y en vez de esto hacer elecciones inteligentes de alimentos que me nutran y por qué no, regalarme el derecho a gozar de un buen chocolate o un buen postre con el mismo gusto que lo comía como cuando era niña: sin culpas.
Cuando al fin te liberas de todo aquello que te ata y a lo cual te enganchas, ocurre la magia: tu cuerpo deja de acumular peso y comienza todo a fluir, como el agua que corre de forma natural por un río, así, sin ningún bloqueo u obstáculo, vamos dejando aquellas cargas emocionales que pesan hasta lo más profundo de nuestro ser.