Por Dennis Charles
¿Recuerdas la última vez que fuiste castigada? ¿Te sentiste motivada a mejorar tu conducta y ser una mejor persona? ¿Qué pensaste de tus padres en ese momento? ¿Te sentiste triste o humillada? ¿Te sentiste enojada y actuaste con rebeldía?
El rigor y los castigos SI funcionan ya que detienen de manera inmediata la conducta inadecuada de nuestros hijos. Sin embargo, la mala conducta generalmente vuelve a aparecer o incluso a incrementar. Por lo tanto, el castigo no es efectivo a largo plazo y sus efectos son más negativos que positivos.
Un niño jamás se sentirá motivado a mejorar y a ser más responsable al momento de ser castigado. Jane Nelsen, en su libro de Disciplina Positiva, menciona que un niño castigado puede adoptar una o las cuatro siguientes creencias y conductas:
Resentimiento. (“Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos).
Revancha. (“Ellos ganan ahora, pero ya verán más tarde”).
Rebeldía. (“Haré exactamente lo contrario para probar que no tengo que hacerlo a su manera”).
Retraimiento:
- a) Cobardía (“La próxima vez no me atraparán”).
- b) Reducción de la autoestima (“Soy una mala persona”).
Jane Nelsen dice que “los niños no son conscientes de las decisiones que toman cuando son castigados y el comportamiento que sigue al castigo lo hacen en base a decisiones subconscientes”.
Por tal motivo, los adultos debemos estar más conscientes de los efectos negativos de los castigos y de que éstos no motivan a los niños a ser mejores ya que no incorporan cooperación y no les brindan oportunidades para desarrollar habilidades para la vida; de igual manera, pueden llegar a ser humillantes ya que no están basados en el respeto mutuo.
Entonces, si el castigo sólo funciona a corto plazo, ¿qué es lo que sí funciona a largo plazo? No podemos pretender que para que un niño se comporte mejor primero debemos de hacerlo sentir mal. Podemos empezar por validar sus sentimientos, siendo más empáticos con ellos; involucrarlos en el establecimiento de reglas (los niños están más dispuestos a seguir las reglas que ellos mismos han ayudado a establecer); proporcionales oportunidades en donde puedan aprender a ser responsables, a contribuir en la rutina familiar y a buscar solución a los problemas e intervenir en ellos. De esta manera estaremos desarrollando en ellos percepciones de que son capaces de contribuir de manera significativa y de que son necesarios; habilidades de poder comprender sus emociones y las de los demás, de solución de problemas, de adaptabilidad, flexibilidad y responsabilidad.