Por Paloma Castillo Silva
En esta ocasión quiero hablarles acerca de cómo es que los niños aprenden a leer. Como ya lo he mencionado en columnas anteriores, el niño no es una cosa vacía que hay que llenar, no es “algo” que domar; a los niños no se les enseña, los niños simplemente aprenden.
Específicamente hablando de la lectura, existen dos conceptos que desde mi punto de vista son los que provocan la mayoría de los errores al momento de esperar que nuestros chicos lean. El primer concepto erróneo es concebir a la lectura solo como el hecho de descifrar códigos o signos y darles un sonido y un concepto. La lectura no es solo eso, los niños leen desde muy pequeños, dan significado a las voces, a los tonos de voz, a los gestos de sus cuidadores, a la luz, a la sombra, a los sonidos, a los movimientos, a las posturas corporales, en fin.
La segunda concepción errónea es visualizar a la lectura como un objetivo, una meta que se tiene que alcanzar, un propósito a cumplir y no como una consecuencia de. La lectura no debería ser de ninguna manera un objetivo, la lectura simplemente sucede como una consecuencia de madurez, como una consecuencia de atención, como un resultado del estímulo y la motivación de cada niño.
En la mayoría de las escuelas nos han vendido la idea de que entre más pronto se enseñe a leer a los chicos es mejor. Es decir, se propone a los padres un “plus” en la educación de sus hijos ofreciéndoles programas, libros, sistemas que dejan de lado el juego e introducen con gran fuerza y determinación la lectura y escritura formal.
En lo personal considero que lo anterior no es la mejor forma para que los niños aprendan a leer y escribir y no porque no sean capaces de lograrlo sino porque en la mayoría de los casos, no existe una motivación interna por parte de los niños y mecanizan un proceso que “debería” ser tan natural como el habla misma.
Así que a continuación les comparto un muy breve resumen de lo que es necesario que el niño pueda hacer (y con “pueda” me refiero a que se lo permitamos como padres, no solo a que sea capaz de hacerlo).
Si tu deseas que tu hijo sea un gran lector:
Háblale todo el tiempo. Trata a ese pequeñito como un verdadero ser humano, desde el vientre y sus primeros días de existencia, el pequeño te escucha, sabe que le hablas a él, sabe tu estado de ánimo cuando le hablas, sabe la razón de por qué le hablas. Veo por ahí algunos padres de familia que cargan a sus pequeños como “muñequitos” que visten, alimentan, bañan y cambian como acciones, medidas necesarias y sistematizadas, los suben al coche, los bajan, los pasean en su carriola, etc… pero todo sin un diálogo de por medio. Hablemos con nuestros bebés y ayudemos a que comprendan su mundo, lo que observan y lo que viven…. Si les hablamos, ellos nos leen.
Permítele jugar con libertad: El juego es la base del entendimiento de los pequeños en la medida en que ellos jueguen, comprenderán y aprenderán el mundo que les rodea. Permíteles explorar, ensuciarse, preguntar, sacar, meter, abrir, mover, etc… cuando juegan, ellos leen.
Lee tú: Los niños generalmente tienden a hacer lo que ven, no lo que les dicen que hagan. Es decir, les pedimos a nuestros pequeños que lean, pero no nos ven leer a nosotros. En la medida en que ellos nos vean leyendo, ellos se animarán a leer. Los invito a hacer un experimento; siéntense a leer un libro a la misma hora durante toda una semana y que sus hijos los vean, verán que en algún día (si no es que desde el primero) sus hijos se sentarán con ustedes a leer también (incluso quienes aún no descifran los sonidos de las letras, ya que pueden leer las imágenes).
Léanles a sus pequeños: A los chicos les gusta que les lean y solo para comprobar la influencia de esta acción sobre ellos hagan el siguiente experimento: pídanle a su hijo@ que cuando salga de paseo lleve con él un cuento, el que él quiera y observen qué hace con él durante el paseo (tal vez le dé una hojeada o simplemente lo deje en el coche). La siguiente semana léanle por lo menos un libro diario y el fin de semana, pidan que lleven un cuento con ellos en el coche cuando salgan de paseo, y observen cuál cuento eligen y lo que hacen con él. Les aseguro que sus pequeños elegirán alguno de los cuentos que ustedes ya les han leído y además de elegirlo lo leerá (incluso si no sabe aún descifrar los signos) pues ya se siente familiarizado con él. Ya siente la confianza de leerlo porque conoce la historia… está leyendo.
Denles acceso a los libros: Dejemos que los niños toquen los libros, dejémoslos a su alcance, no en el estante más alto, no en el librero con puertas, no en el baúl, ni en la repisa de la recámara. Bajemos los libros para que los niños tengan acceso a ellos. Pongamos los libros en una canasta sin tapa, a la vista, en el piso, pongamos unos pocos en la sala, otros pocos en la recámara, algunos en el baño, en el coche, a donde el niño vaya, en el momento que desee, podrá tomar un libro y leer.
Dejemos de enojarnos porque maltratan los libros: Muchos niños se alejan de la lectura por miedo a que les regañen o no se sienten relajados al momento de leer por miedo a “maltratar el libro” así que prefieren mejor no leer.
Cuando son bebés pongamos libros de hojas de tela, cartón o materiales resistentes a sus “maltratos”. Coloquemos revistas, periódicos y libros que no importa si rompen o babean. Poco a poco, cuando los niños crecen sucederán dos cosas: primero desaparecerá la necesidad de chupar, aventar, romper, azotar, etc… y por otro lado en la medida que los niños escuchen las historias de los libros, que conecten emociones a través de los cuentos, aprenderán a amar los libros y por consecuencia, los cuidarán.
Entendamos que leer es una acción: Cuando vemos a una persona leer, creemos que está descansando, que no está haciendo nada y eso es un error, esa persona está ocupada, ESTÁ LEYENDO. Cuando vemos a nuestros hijos leer, dejémoslos tranquilos y no les pidamos alguna tarea en ese momento entendamos que leer es “hacer algo”
Pongamos ritmo a nuestra vida: En ocasiones creemos que la música y el baile son cosas muy lejanas de la lectura, pero en nuestra casa no lo creemos así. Todo lo que hacemos implica un ritmo, nos movemos a un ritmo cuando caminamos, escribimos a un ritmo, leemos con cierto ritmo, hasta meneamos la cuchara del café con cierto ritmo. Por esa razón consideramos muy importante los juegos de manos, los juegos que impliquen bailar, cantar, hacer ritmos con objetos o con nuestro propio cuerpo, escuchamos música y bailamos.
Si permites que tus pequeños hagan todo lo anterior, la lectura formal sucederá, tu pequeño se habrá comunicado con ustedes tanto, y de tantas formas que ahora sentirá la necesidad de descubrir una nueva forma de comunicarse y preguntará: “Mamá, ¿esa es la “M” de María?” “Mamá, cómo se escribe mi nombre, qué dice ahí, cuál letra es esa, aquí dice leche, etc…”