Por Dona Wiseman
Cuando usamos la palabra “merecer” para referirnos a una persona se dice que tiene que ver con que esa persona es digna de un premio o de un castigo. Cuando usamos el mismo término al hablar de una cosa tendemos a referirnos a que aquello tiene cierto grado de estimación. También convertimos el merecer en una acción que tendría el objetivo de conseguir o alcanzar algo que deseamos, o bien lograr tener méritos o premios.
Encontré muchos escritos en que “merecer” se une orgánicamente a la idea de ser digna, como en hacerse digna de lo que corresponde, ya sea recompensa o castigo, o tener un cierto valor o grado de estimación. La dignidad se identifica como la calidad que una persona, situación o cosa merece tener.
Etimológicamente, el verbo merecer viene del latín merescere que significa que algo o alguien es digno de recibir un premio, compuesto por el verbo merere,que significa ganar, junto con el sufijo -scereque se refiere a procesos y se encuentra en palabras como adolecer, carecer y fallecer.
Leí un poco a Katherine Giraldo (por casualidad de San Google) quien dice que el merecimiento sólo se logra por medio de tres pilares: el esfuerzo, el conocimiento, y la experiencia. Y esto me lleva a la filosofada que me inspiró el cuadro de arriba, y una lista de preguntas que quizás no tengan respuestas claras ni precisas.
- ¿Yo merezco algo de parte de otro?
Cierto es que yo puedo pedirle a otro algo que necesito. Es más, es justo y adecuado hacerlo. Diferente es que considere que la persona a quien le pido tiene una obligación de darme aquello que pido. La habilidad de escuchar un “no” y poder seguir adelante y buscar la satisfacción de esa necesidad en otro espacio u otra persona habla de mi madurez y mi crecimiento personal.
- ¿Mis necesidades son responsabilidad de otro?
La respuesta muy obvia a esta pregunta es que no. Pero igualmente es cierto que no puedo satisfacer todas mis necesidades sola. Entonces sí pediré y buscaré ayuda al requerirla. Es posible que esa ayuda no llegue como yo quiero a fuerza que sea, sino de otra manera y de otro lugar. La flexibilidad de buscar maneras alternas de satisfacer las necesidades de nuevo habla de mi madurez y crecimiento como persona.
- ¿Alguien (o la vida) me debe algo?
He oído y leído una larga letanía de declaraciones. “Tú mereces todo. Mereces alguien que te ame de X manera. Mereces que te traten de esta u otra manera. Estás para ser adorada e idolatrada. Tú deberías tener una vida cómoda. Mereces que alguien cuide de ti.” No tengo claro si todas estas frases, admitidamente exageradas, sean ciertas o no. Creo que por la condición de existir como seres humanos hay un mínimo de condiciones de vida que serían “merecidas” por ende. Lo que no creo es que la satisfacción de esas condiciones sea responsabilidad de un alguien específico, sino que tendré que participar activamente yo en conseguir aquello que merezco (como una vida digna).
- ¿Exigir a otro es la manera de satisfacer mis necesidades?
Pudiera ser, si el otro tiene una gran necesidad de satisfacerme y si estamos en una relación de ese tipo. Pero mi lógica (que no tiene muy buena fama, dicho sea de paso) me dice que la respuesta a esta pregunta es “no”. Identificar mis necesidades es un primer paso ya de por sí complicado porque hay que distinguir entre necesidades y deseos (o hasta berrinches, antojos y necedades). Luego tendré que identificar mis recursos propios y la ayuda o el apoyo que pudiera necesitar. Si he aprendido a reconocer en otros sus recursos y su apertura a apoyarme, sabré con quién y cómo buscar la ayuda para la satisfacción de mis necesidades. Y si he aprendido a expresarme al pedir ayuda, a ser clara y directa, es posible que encuentre lo que requiero.
Creo que sí merecemos. Cada una de nosotras decidirá qué es lo que merece. Y con conciencia podremos lograr la satisfacción en la vida al saber identificar necesidades y las opciones de satisfacerlas.
Evidentemente no “merecemos” que la gente nos trate mal (y cada una de nosotras tendrá una idea específica de qué significa eso), pero no podemos esperar que el hecho de que yo quiera que me traten de X manera signifique que así será. Me viene a la mente la tan afamada frase que nos recuerda que los olmos no dan peras. Si quiero peras…bueno ya entendimos, ¿verdad?