Cada vez es más común que las madres les robemos a los hijos la gran oportunidad de saberse capaces, todo por el pretexto del amor.
Por Laura Carrillo
Cuenta la historia que Glenn Doman, en una de sus visitas a África, tuvo la suerte de ver nacer a una jirafa. Todos los observadores estaban fascinados con dicho suceso, y ocurrió que, minutos después del nacimiento de la jirafita, la pequeña trató de ponerse de pie. Con mucho esfuerzo logró hacerlo y en cuanto pudo, la mamá jirafa la tumbó con su hocico. Nuevamente, la pequeña jirafita volvió a tratar de ponerse de pie. Esta situación ocurrió repetidas ocasiones y los observadores mientras tanto pensaban: ¡¿Qué le sucede a esa mamá jirafa?!, ¡está loca! Y cuando finalmente la pequeña jirafita logró ponerse en pie, antes de que su mamá alcanzara a llegar hasta donde ella estaba, salió corriendo. Todos los observadores se quedaron sorprendidos. ¡Qué gran lección habían recibido de la naturaleza!
A diferencia de la mamá jirafa, los padres hoy en día, con demasiada frecuencia desean, por el infinito amor que les tenemos a nuestros hijos, protegerlos de las dificultades de la vida. Dejamos de observar que los problemas son parte de la vida y que nuestros hijos necesitan experimentar obstáculos para poder fortalecerse, para resolver sus propios problemas (acordes a su edad) y para que puedan incluso, desarrollar sus “músculos” emocionales y lograr madurar las habilidades necesarias para enfrentarse a lo que tendrán que vivir a lo largo de sus vidas.
Nuestros niños necesitan urgentemente aprender a desarrollar la creencia de “soy capaz” para tener éxito en la vida. Tal como le sucede a las jirafas bebés, que tan pronto nacen deben aprender a ponerse de pie, y tan pronto les sea posible, comenzar a correr para no convertirse en presa fácil de los depredadores.
Desde que nacen nuestros hijos, vamos teniendo infinidad de oportunidades para desarrollar la creencia sana de “poder”. Un ejemplo temprano es cuando nuestro hijo nace y le permitimos mantenerse boca abajo para que siga su tendencia natural de reptar. Las personas nacemos con esas capacidades, sólo que generalmente no alcanzamos a distinguirlo, porque cada vez es más común la intervención humana, que, sin intención, va disminuyendo las habilidades innatas, lo cual nos sumerge en la sensación de frustración constante.
No es de sorprender que, una vez que el bebé cumple 3 meses, los papás, movidos por la información de la estimulación temprana, comencemos a poner a nuestros pequeños boca abajo y experimentemos gran frustración y dolor, al notar que el bebé llora por no poder sostener la cabeza. Y entonces, volvemos a facilitarles el camino. Hemos escuchado tantas veces que el llanto daña al bebé, que nuestra mayor ocupación será tratar de evitarlo, ya que nos provoca tanto dolor y preocupación. Y así vamos avanzando en este camino de la maternidad / paternidad, tratando de facilitarles y acomodarles la vida. Hasta que llegan a los 2 años (medio librados) y comenzamos a experimentar aún más dolor al observar que los niños cada día son menos tolerantes a las incomodidades.
Cada vez es más común que las madres les robemos a los hijos la gran oportunidad de saberse capaces, todo por el pretexto del amor. Y estoy segura, que ese amor es genuino y que en realidad ninguna madre o padre toma tales decisiones deseando generar incapacidad.
Pero para ayudar a profundizar en nuestras propias creencias sin generar incomodidad, pensemos que el asunto le pertenece al vecino.
¿Sabían que algunos vecinos ayudan a vestirse a sus hijos de dos a seis años de edad sin ser esto necesario? ¿Por qué creen que lo hacen? Todos podemos adivinar. Puede ser porque si lo hace el adulto, podemos llegar a tiempo a cualquier lugar, o porque se ven bien combinados y presentables.
La pregunta que nuestros vecinos deben responder es: ¿qué es más importante, verse bien o que mis hijos aprendan a sentirse capaces y competentes? Sus vecinos tienen que darse cuenta que cuando visten a sus hijos, les están robando la oportunidad de desarrollar habilidades y percepciones de capacidad.
Si me doy cuenta que he pensado que mostrar mi amor es hacer TODO por ellos, de manera literal, entonces tendré que empezar a desarrollar un nuevo plan, para aprender a mostrar mi amor de manera que ambos logremos desarrollar el sentimiento de “soy capaz”.
A continuación te comparto algunas ideas que les permitirán empoderarse:
- Crea una agenda donde definas tiempos y necesidades de tus hijos para recibir toda tu atención en capacitarlos. Por ejemplo: la semana de “yo me visto solo”, etc.
- Observa los avances de tu hijo y reconócelos describiendo, agradeciendo o empoderando. Por ejemplo: “he visto como ya puedes ponerte tú solo el pantalón”, “te agradezco que esta semana te hayas esforzado en vestirte solo”, “te he visto hacerlo antes, sé que puedes lograrlo, inténtalo”.
- Involúcralos en crear en familia tablas de rutinas, para que cada vez sean más independientes, y tengan claridad en la manera de distribuir su tiempo personal. Además, así las rutinas se convierten en el jefe y se evitan luchas de poderes.
- Capacita a tus hijos a usar el reloj, para que aprendan a usar las alarmas para despertar o iniciar alguna actividad importante; así podrás evitar las quejas constantes de injusticia.
Es importante que de todo lo que hagamos como madres consideremos los efectos a largo plazo, así tendremos mayor posibilidad de observar si los niños están concluyendo que el amor significa hacer TODO por la otra persona o que el amor significa que alguien más haga todo por ellos, o si amar significa cuidarse a sí mismo y disfrutar de cooperar con los demás.