Por Lorena Salas
Agradecer va más allá de pronunciar un simple “gracias”, es entregar con el alma y nuestro ser las ganas de retribuir al otro o al Universo mismo lo que hizo por nosotros.
Cuando agradecemos de corazón algo, no sólo tomamos lo bueno que nos pasó, sino que además damos el valor que se merece quien realizó determinada acción. Por otro lado cuando mostramos gratitud ante las bendiciones que tenemos, hacemos consciencia de esto y afirmamos que somos merecedores de recibir lo que nos corresponde.
El otro día estaba pensando en todas las cosas que tengo por agradecer y me sorprendí de todo lo bueno que tengo y que a simple vista con el acelere cotidiano no me había detenido a procesar. Y es que a veces nos compramos la idea de que es mejor vivir en plan de víctima y vivir sólo quejándonos de lo que no tenemos o de cómo está nuestra vida.
Muchas veces se puede caer en el juego de culpar lo que nos pasa y con esto dejar de lado la parte del agradecimiento. Todo en esta vida es aprendizaje, incluso si atravesamos situaciones difíciles y retadoras, porque gracias a ello crecemos y nos fortalecemos más de forma integral y espiritual.
Al agradecer, generamos de modo inconsciente una cadena de reciprocidad y abundancia a donde quiera y como sea que vayamos. Basta dedicar un momento en el día, de preferencia por la noche durante unos 15 minutos para pensar en lo bendecidos que somos por el simple hecho de respirar.
Quien se cierra a la gratitud, no hace más que limitarse a ver sus propias carencias y alimentar con esto su ego, en cambio cuando agradecemos, podemos abrirnos a un sinfín de posibilidades para ver desde otra perspectiva nuestra vida y con esto permitirnos estar de otra manera, en un estado de completa plenitud y felicidad.
