Nadie tiene el derecho de tocarte de una forma que te sientas incómoda o que no te guste.
Por Liliana Mendoza
Tarana Burke activista Neoyorkina en 1997 conoció a una niña en Brooklyn quien le contó que fue abusada sexualmente por el novio de su mamá. Burke no supo qué decir, y nunca volvió a ver a la niña. Ella comenta que le hubiera gustado decir “yo también”. Este y otros incidentes parecidos llevaron a Burke a fundar Just Be Inc., una organización que promueve el bienestar de las niñas y adolescentes especialmente las pertenecientes a las minorías americanas.
En 2017 la actriz Alyssa Milano empezó a usar el hashtag #metoo (#yotambien) en respuesta a sus acusaciones de acoso sexual, violaciones y otro tipo de abusos en contra de Harvey Weinsten y otras figuras públicas. Milano retomó esta frase como el inicio de un movimiento de mujeres a lo largo del mundo para romper el silencio.
La apertura que ha propiciado este movimiento en redes sociales ha sido de gran impacto y ha destapado circunstancias de abuso que muchas mujeres hemos vivido.
Este movimiento es de gran relevancia para mí como mujer y como mamá. En lo personal he vivido algún tipo de abuso y por miedo a ser juzgada o por minimizar lo callo, justificando las acciones de la otra persona.
Yo no tengo hijas, pero tengo algo que ofrecerle al mundo, un hijo, y una de mis tareas principales es evitar que se convierta en un abusador. Juraría que mi hijo no será asi, sin embargo, no me debo confiar en mi esperanza, debo tomar acciones para asegurarme de esto. Lo cual significa que debo enseñarle la palabra “consentimiento”, debo enseñarle a respetar a las mujeres, a todas las mujeres. No enseñarle que las mujeres deben ser protegidas, sino enseñarle a crear un mundo donde las mujeres no tengan miedo de nadie.
El consentimiento empieza con algo básico: el consentimiento respecto a su propio cuerpo. Esto no solamente es: “nadie tiene el derecho de tocarte”, que obviamente va dentro de la tarea. Es más bien el “nadie tiene el derecho de tocarte de una forma que te sientas incómodo o que no te guste”. Esto significa que, si no quieren dar un beso a la tía o al primo que le piden el beso, no tienen por qué hacerlo, con esto nos aseguramos que sus deseos son respetados. Quizá los salude de mano, pero sin obligarlo.
También significa que cuando le digan “¡para!”, lo haga. Esto significa cosquillas (algo que yo misma tengo que recordarme no hacer), o cualquier forma de demostración de afecto.
Quizá podríamos intentar preguntarles antes: ¿Te puedo dar un abrazo? ¿Me puedes dar un beso?, entre otras. Recordemos que todas las conductas son aprendidas en casa. Después podemos seguir con el consentimiento con otras personas, no tocas a nadie que no quiera ser tocado. Fin de la historia. Preguntar ayuda, les ayuda a ver como acercarse con las personas.
Quiero enseñarle a mi hijo la frase: “Creo en ti”. Cada vez que leo o escucho historias de abuso (a mujeres y hombres), me preocupa, pienso en mi hijo y deseo que siempre esté en un lugar seguro de esto.
El movimiento #metoo #yotambien #metoomx será parte de su vida. Quisiera que cuando Diego escuchara o leyera #metoo dijera o pensara “te creo” y a continuación dijera “¿Cómo te puedo ayudar?, no estás sola”.
Es sorprendente ver dos aspectos de este movimiento, el primero es la hermandad, fraternidad y empatía de la comunidad (hombres y mujeres) y el otro que me preocupa en lo personal es el juicio y cuestionamiento con las mujeres que denuncian. Creo que, si bien es importante llegar al fondo de cada caso, primero es creer, pensar lo que tuvo que pasar alguien y la valentía para romper el silencio. Como en todo, puede haber que alguien no diga la verdad, pero es nuestro deber primero creer y apoyar, la verdad siempre saldrá a flote.
Este movimiento nos ayuda a cambiar el dolor, el enojo y la impotencia en acciones. Si se puede. Empieza desde casa, empieza ahora.