Por Daniella Monárez
La vivo diario, nadie me la cuenta.
Se vive el terror diario de no cometer ninguna equivocación, no llegar un minuto después de la hora de entrada, no por el miedo a perder incentivos laborales como en cualquier trabajo, si no por el pánico de la sobrerreacción de los superiores como cuando después de una guardia extremadamente pesada me quede dormida en el área de descanso y llegue a mitad de la clase, y a pesar de dar una explicación a la situación, se me levantó un acta administrativa.
Así es, y así ha sido siempre. La pregunta es, ¿seguirá siendo así? Espero que no, si todos tomamos conciencia de la importancia de tratarnos bien entre nosotros mismos, cualquier residencia o internado será más llevadero.
Leo con decepción las noticias acerca de mi colega residente de pediatría que decidió poner fin a su vida, situación que ha propiciado que se expongan más casos de acoso en ése mismo hospital. Al que las autoridades rechazan que se registre algún tipo de maltrato hacia el personal. Si bien es cierto que cualquier persona con una depresión o ansiedad de base puede tomar cualquier situación como detonante para realizar suicidio, el escenario de hostigamiento laboral en el que vivía fue lo que la orilló. Y si existe alguien que permita o intente culpar a su depresión, les comento que al final del día, los jefes de enseñanza, maestros, tutores o residentes de mayor grado tienen el deber de detectar al estudiante que cursa con alguna situación personal, sentimental, psicológica o psiquiátrica difícil para así, ayudar, orientar y evitar cualquier situación lamentable. Labor que en la mayoría de los hospitales no se realiza, por el contrario, al débil lo aplastan más.
Porque claro que nos maltratan, pero si denunciamos estamos muertos, yo durante mi primer año de residencia me atreví a hacerlo, y solo gané la intranquilidad de los años que me restan en el hospital, camino, hablo y me desempeño con extremo cuidado, ya que tengo la seguridad que cualquier represalia en mi contra será exagerada y malintencionada.
Y si existe alguien que opine algo similar a lo que he escuchado: “pues quien sabe que tanto le harían a la doctora”, les aseguro lo siguiente, ésto no se trata de que tanto, más bien de que no nos deben hacer nada! Nos deben tratar con respeto. Siempre y bajo cualquier circunstancia.
Cuando me invitaron a participar en la revista, les comenté que talvez tendría que usar un pseudónimo, para evitar cualquier sanción o situación de riesgo laboral, sin embargo recapacité, ya que mi derecho a la expresión nadie me lo puede arrebatar.
Autoridades, pacientes, amigos y demás personas que me leen, abran los ojos, el acoso laboral en los hospitales donde hay residentes es una realidad.
El problema de la residencia es que es tan difícil ser aceptado, que cuando estamos dentro, el miedo de perderla es tan grande que somos capaces de soportar todo.
El mensaje que quiero dejar es, que no porque así ha sido siempre, así deba de seguir siendo.
Hoy los tiempos son diferentes y se tiene más conciencia de la importancia de tratarnos bien entre nosotros mismos. Quienes han logrado vencer esas malas prácticas han logrado convertirse en excelentes maestros. NES
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Se requiere mucho valor para expresar lo plasmado en este artículo. Te reconozco y aplaudo. Espero que logres despertar conciencia en quien lo lea y que siempre recuerdes que ante todo: no estás sola.