Por Dona Wiseman
Hace un par de días surgió el concepto de la desilusión. El concepto se refiere a la pérdida de la esperanza, especialmente de conseguir una cosa que se desea, o de la pérdida de la ilusión al darnos cuenta de que algo o alguien no es como creíamos. Es verdad que me siento desilusionada de cosas, situaciones, de mí misma en ocasiones, y que hoy por hoy la desilusión hace figura en mi vida. Al contemplar eso me cuestioné qué tipo de expectativas estaba albergando, quizás sin darme cuenta. Cuando hay desilusión, las expectativas no podrán estar lejos. Están allí, activas, quizás obvias y quizás sordas. La expectativa es la esperanza o la posibilidad percibida de conseguir algo. Parece algo totalmente sana dicho así. Pero nuestras expectativas rara vez son sanas. Tienden a ser planteamientos que dicen, “Si yo hago esto y esto, alguna otra persona (o Dios o la vida) tendrá que hacer tal o cual.” Nuestras expectativas no toman en cuenta la libertad propia ni la del otro. Funciona un poco como, “Me portaré bien para que me premien.” En vez de pensar en portarme bien porque así deseo ser yo.
Junto con el concepto de la desilusión, surgió el anhelo. El anhelo es un deseo. Dice Google que es el deseo intenso o vehemente de una cosa. Sí, he llegado a desear así. Y a experimentar la desilusión cuando no se dan las cosas como yo quiero. Entonces, ¿es equivocado desear algo? No lo creo. Encontré definido el deseo como el interés o apetencia que una persona tiene por conseguir poseer algo o realizar algo. Nada malo hay allí. ¿Dónde es que nos atoramos entonces? Contemplo hoy que yo me atoro, no en el deseo, sino en el apego al deseo o al estado de desear. Creo que me estoy poniendo muy Budista. No le hace, quizá me le baja tres rayas al estrés.
Hay cosas que son necesarias. Lo necesario es lo que debe ocurrir, hacerse, existir o tenerse para la existencia, la actividad o el correcto estado o funcionamiento de alguien o algo. Dicho así me recuerda lo que tantas veces he oído, “Necesito poco y lo poco que necesito lo necesito poco.” Recobra mucho sentido ahora. No puedo evitar, sin embargo, desear que cierta situación salga de una manera específica, o que cierta persona se comporte conmigo de una determinada manera. Pero por más que desee, mi deseo no hará que suceda así. Creo que mi hada madrina, con todo y varita mágica, se refugió en otro cuento y no en el mío.
Entonces para mí, hoy, trabajar con la desilusión conlleva trabajar con la pregunta, “¿Y qué esperabas?” En el momento que espero algo, es posible que me desilusione. Y así es mi existencia.