Debemos de eliminar esa horrible forma de juzgar lo diferente, de cegarnos a la realidad.
Por Laura Prieto
El pasado primero de julio fue un día histórico para nuestra nación, nos sacudimos viejos partidos y una nueva propuesta de gobierno fue elegida por todos nosotros, diputados, senadores, gobernadores, ayuntamientos y el presidente, marcaron una diferencia al ser en su mayoría de un partido diferente a lo que estamos acostumbrados.
De entre todos los ganadores hubo alguien que se hizo viral e inundó noticieros y redes sociales, “El Mijis” candidato a diputado local en San Luis Potosí, ha llamado la atención por haber pertenecido a pandillas, verse involucrado en un delito del que se comprobó es inocente, pero lo que más resalta y ha causado indignación es su aspecto de “pandillero, delincuente, ignorante” y esto es, por llevar tatuajes y el estilo de chico banda. No importan los programas sociales que lleva a cabo desde hace años, como ayudar a jóvenes en situación de calle, mediar la conciliación y treguas entre bandas rivales, así como programas para combatir adicciones. Es una persona muy querida en su tierra, tanto que PRI y PAN le ofrecieron la candidatura antes que MORENA, eligió lo diferente, lo nuevo, y lo que a muchas mentes de “primer mundo” les parece que el cambio nos convertirá en Venezuela.
Se alzaron millones de voces “expertas” en medios y redes sociales: cómo es posible que un delincuente llegue a ser diputado, cómo alguien así, todo tatuado puede tener un cargo público tan importante, drogadicto, pandillero, etc, fotos de su pasado comenzaron a circular por la red y el debate se resumía en que, en general a la gente no le gusta su aspecto, pero, aquí vemos el México clasista, que juzga a un ganador que no tiene es el clásico político, sus posibilidades económicas son limitadas, se desenvuelve en un mundo de jóvenes con gustos banda, su tez no es clara y sus tatuajes no son de Pinterest y, que feo, que vergüenza persona, dicen todos los moralistas, pero, me pregunto: y si “El Mijis” tuviera un estilo de tatuado como del Coachella o como los chicos de Instagram que tienen miles de seguidores y sus brazos tienen coloridas mangas de tatuajes de moda, lucen bien alimentados, casi todos de piel clara y sus fotos son en escenarios perfectos de pulcritud, tan falso, tan pose, ¿sería la misma indignación si el diputado fuera así?, es clasista, nos enojamos porque un chico banda ha ganado, ha sido elegido por toda la gente que conoce su trabajo, pero no nos gusta como luce, cuando alguien con capacidad económica baja se hace tatuajes para la sociedad es pandillero, delincuente, drogadicto, pero cuando alguien con posibilidades económicas mayores, se hace tatuajes es visto como alguien de mundo, con mente abierta, que se descubre a sí mismo, que revela su personalidad y en algunos casos hasta se le ve como alguien altamente espiritual.
Qué pena, debemos de eliminar esa horrible forma de juzgar lo diferente, de cegarnos a la realidad, que está más llena de chicos banda en situaciones vulnerables que de chicos en blancos departamentos perfectos amaneciendo con un hermoso desayuno continental, debemos dejar de poner etiquetas despectivas a las minorías, dejar de viralizar las burlas, dejar de juzgar a una persona buena o mala solo por su capacidad económica o por su color de piel, este México clasista, mala onda, persignado, no va a cambiar si nosotros no cambiamos nuestra forma de ser y de pensar, hagamos el cambio, hay esperanza.
No estás sola.