Por Jacinta Monteverde
No quisiera volver a utilizar la palabra “enfermedad” para referirme a la condición con la que vive mi hija desde hace ya casi 3 años, pues cuando se escucha la palabra insulina, rápidamente la asociamos con diabetes, con enfermedad, incluso con la muerte. Pero la falta de información que hay sobre el tema es tan grave como la condición misma, comenzando por diferenciar el tipo 1 y la tipo 2, pero no abundare en ese aspecto en esta ocasión.
Si bien es cierto que una persona con tal diagnóstico vive diariamente justo en esa línea, entre la vida y la muerte, también es cierto que las personas a su alrededor, su sistema más cercano y sobre todo quienes las cuidamos, tenemos en nuestras manos la cuerda de su vida. Así que me incluyo en su diagnóstico, pues también yo, aunque sea indirectamente, dependo de la insulina., Y a eso se refiere la frase inicial de este artículo.
Mis horas transcurren inmersas en este estilo de vida al que dicen que me acostumbrare, pero sinceramente con una hija de 6 años la siguiente reflexión no deja mi mente, quisiera algún día que leyera estas palabras para quitar de su cabeza la imagen de ogro que a veces tiene de mí. Bueno creo que todos los niños en alguna ocasión nos han visto así cuando nos sale “la madre regañona y exigente” sin saber que detrás hay una madre que solo quiere educar. No digo que mi estilo sea siempre el correcto, pero es el que me nace en el momento. Si tan solo supiera que va más allá de tan solo su educación y que es su vida esta la que está en juego tal vez me entendería más. Pero sé que por el momento no es su rol, me repito: tan solo tiene 6 años, debería estar viviendo su infancia de otra manera, aunque intento hacer su estilo de vida lo más normal posible, sin embargo, no dejo de repetirle en silencio las siguientes frases:
Tan solo por un instante quisiera no levantarte con una inyección.
Tan solo por un segundo quisiera que comieras algo sin tener que preocuparnos por contar carbohidratos, hacer un cálculo estimado en mi mente y esperar a que al cabo de dos horas tus niveles de glucosa en tu sangre estén bien.
Tan solo por un instante quisiera pensar que estas en la escuela aprendiendo y divirtiéndote, sin el temor de una llamada que reporte una hipoglucemia.
Quisiera por un instante que pudieras ir sola a casa de tus abuelos, pasar ahí una noche entera, ir a una pijamada, a una clase, a casa de una amiga, a una piñata, al club o a un campamento.
Tan solo por un instante quisiera que pudieras comer y disfrutar de un dulce o un pastel sin pensar en las consecuencias.
Quisiera por un momento no tener que negociar cada comida.
Tan solo por un segundo quisiera imaginarte alimentándote bien como lo haces, pero sin la necesidad de una inyección de insulina.
Tan solo por un momento quisiera abandonar la idea de conectar en tu cuerpo un páncreas artificial
Quisiera imaginarme por un segundo lo que es dormir una noche entera.
Tan solo por un instante quisiera no pensar en que tengo que levantarte a comer a mitad de la noche.
Tan solo por un instante quisiera que supieras que detrás de un “no” está todo el amor que te tengo.
Y la lista pudiera continuar y me imagino que será diferente en otra etapa de su vida. No estoy segura de los retos que seguirán cuando ella crezca, de lo que si estoy segura es que no pasa un solo instante en el que no esté agradecida de tenerla, de esta segunda oportunidad, y de todo el amor que siento por ella.
Estoy segura y esperanzada que algún día todo será posible y esta lista se hará realidad.