Por Laura Prieto
Hace un mes y medio nació mi bebé con ella renació la esperanza por ver una nueva vida crecer día a día, mi hijo conoció el amor de hermanos y mi esposo se convirtió en un príncipe y el primer amor de mi niña, entre el caos y el aislamiento de las primeras semanas, en poco tiempo necesité por salud mental volver a tatuar, es mi terapia y tiempo para mí, así que al mes ahí estaba yo, tatuando.
Regresé con muchas ganas al trabajo entre organizarme con mi hijo mayor, las tareas de la casa y dejar leche fresca para mi niña, iba corriendo a tatuar, cuál sería mi sorpresa que durante el poco tiempo que he estado de regreso las historias de traición y de desamor han abundado, matrimonios que terminan con infidelidades, historias de suicidios por divorcios, pleitos por la custodia de los hijos, niños sustraídos de sus hogares por el padre ausente, relaciones de décadas terminan de un día para otro.
Termino de tatuar, regreso a la casa, veo a mis hijos, a mi esposo y le pregunto “¿Qué está pasando? Otra vez me ha tocado una historia de una familia que se ha deshecho”, mi esposo dice que no hay valores ni compromiso y el compromiso es con uno mismo. Él tiene más estómago que yo al dedicarse a la mediación y solución de controversias por las vías pacíficas, las historias que a mí no me dejarían dormir el ayuda a resolverlas a través del diálogo, divorcios, peleas, pleitos vecinales, lesiones, etc. es lo que ve día a día y lo maneja muy bien. Siempre he escuchado historias de divorcios, pero ahora es más seguido, creo que ahora es más fácil desechar relaciones, es más simple darse por vencidos o caer en la tentación, me mortifica pensar en que los más afectados son los niños, todos merecemos crecer en familia.
Me dijo una amiga, que el motivo es el diablo, el demonio, Satanás según la creencia católica, al final de los tiempos la humanidad es tentada y el diablo ataca a la base de la sociedad: la familia, por eso matrimonios estables sucumben ante la tentación y terminan en divorcio, otros tienen conflictos pequeños que escalan a problemas y diferencias irreconciliables. Yo no sé si exista el diablo, pero citaré a Stephen King: “Los monstruos existen, viven dentro de nosotros y muchas veces ellos ganan”. Así pues, esos monstruos, nuestra mente, nos dejan ignorar el compromiso que tenemos de fidelidad y amor a la familia, justificar malos actos y darnos permiso de hacer cosas que sabemos dañarán a nuestra pareja y al núcleo familiar. No vaya a ser el diablo, dicen las abuelas, hoy, te pido, no dejes que el diablo gane, luchen por ser felices para siempre, necesitamos más familias unidas, más amor, más buenos, menos malas noticias.
No estás sola.