"Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo".
Por Vero Barreda y Blanca Garza
Aún recuerdo cuando iba a ser mamá por primera vez, hace más de 20 años, y recibí un montón de consejos. Pero, hasta hace unos pocos años, no hubo nadie que me comentara que querer a nuestros hijos, significa querer lo mejor para él o ella, a largo plazo.
Cuando mis dos hijas, Anasofia y Luciana eran pequeñas, el largo plazo no entraba en mis planes. Lo único que importaba era sobrevivir, cubrir las necesidades diarias y evitar que nos llegara el agua al cuello.
Sin embargo, ahora que mis hijas están madurando, parece que la niebla va despejándose. Ya no soy una primeriza, sino una adoctrinada más del club. Lo bueno que tiene esta fase es que mis hijas ahora quieren pasar más tiempo conmigo. Tenemos conversaciones reales que revelan una personalidad poderosa. Lo de que duerman toda la noche del tirón también ayuda. Puedo pensar las cosas con coherencia y tomar mejores decisiones sobre su educación.
Ahora, tengo más en cuenta la idea de a largo plazo. Pienso en el tipo de personas adultas en las que espero que mis hijas se conviertan, y para eso, siempre me pregunto: “¿Qué puedo hacer hoy para fomentarlo?”. Ser consciente de su futuro ha cambiado mi paradigma como madre, porque lo que hacía felices a mis hijas cuando tenían 10 o 15 años no es exactamente lo mismo que las hará felices con 25, 30 o 40 años.
Hace tiempo, me topé con algunos artículos y libros interesantes que examinaban lo que los psicólogos observan en la actualidad: cada vez más veinteañeros están deprimidos y no saben por qué. Estos jóvenes adultos afirman que su infancia fue espectacular. Sus padres son sus mejores amigos. Nunca han experimentado una tragedia en sus vidas ni nada que se salga de cualquier decepción habitual. Pero, por alguna razón, son infelices.
Una de las razones que se dan es que los padres de hoy en día se precipitan enseguida. No queremos que nuestros hijos se caigan, por lo que, en vez de dejarles que experimenten la adversidad, les allanamos el camino. Apartamos cualquier obstáculo con tal de hacerles la vida más fácil. En cambio, la adversidad forma parte de la vida, y nuestros hijos tendrán que enfrentarse a ella si queremos que desarrollen habilidades que serán necesarias para que continúen su camino. Así que, aunque parece que les estemos haciendo un favor, en realidad les estamos obstaculizando el camino, su crecimiento. Estamos anteponiendo las recompensas a corto plazo sobre el bienestar a largo plazo.
En un artículo se menciona que muchos decanos utilizan el apodo de “tazas de café” (por su fragilidad ante cualquier contratiempo) para referirse a los chicos recién llegados a la universidad. La pregunta es la siguiente: “¿Acaso estamos impidiendo que nuestros hijos sean felices de mayores por el hecho de protegerles de la infelicidad cuando son pequeños?”.
Esta es la respuesta del psiquiatra Paul Bohn:
Muchos padres hacen lo que sea con tal de evitar que sus hijos sufran cualquier tipo de incomodidad, ansiedad o decepción; cualquier cosa poco agradable. Y, como consecuencia, cuando se hacen adultos y experimentan las frustraciones normales de la vida, piensan que el mundo se les viene encima, que hay algo que va mal, muy mal.
Estamos compartiendo esta información con ustedes porque creemos que tiene mucha relevancia en esta época de sobreprotección parental. Aunque me parece muy bien que los padres de hoy en día se impliquen más en la vida de sus hijos, esta implicación no debería extralimitarse. Lo que a veces se define como señal de ser buen padre puede resultar nocivo para nuestros hijos cuando pase un tiempo. Es necesario que seamos conscientes de ello; si no, estaríamos complicando sus vidas, aunque nuestro fin sea justo lo contrario.
Mi filosofía favorita sobre la paternidad y sobre la dice así: “Prepara a tu hijo para el camino, no el camino para tu hijo”.
Dicho esto, presentamos una lista con los diez errores más comunes que cometen los padres en la actualidad (incluyéndonos). No tengo la intención de señalar con el dedo a nadie, sino de que la gente tome conciencia. Lo que se inculca en nuestra cultura no siempre es lo mejor para nuestros hijos.
Error nº 10: Adorar a nuestros hijos.
Error nº 9: Creer que nuestros hijos son perfectos.
Error nº 8: Vivir a través de nuestros hijos.
Error nº 7: Tratar de ser el mejor amigo de nuestro hijo.
Error nº 6: Entrar en una competición por ser el mejor padre.
Error nº 5: Olvidarnos de lo maravilloso que es ser niño.
Error nº 4: Criar al hijo que queremos, y no al que tenemos.
Error nº 3: Olvidar que los hechos pesan más que las palabras.
Error nº 2: Juzgar a otros padres… y a sus hijos.
Error nº 1: Subestimar el CARÁCTER.
Si hay una cosa que espero hacer bien con mis hijos es conseguir que tengan un buen CORAZÓN. El carácter, la fibra moral y una brújula interna son los cimientos que forman la base para un futuro feliz y saludable. Esto es más importante que cualquier boletín de notas o que cualquier trofeo que ganen.
Analiza qué tienes que dejar que no te está permitiendo crecer e inicia a modificarlo, ya sea porque tú reconoces y sabes qué tienes que hacer y que puedes tomar las riendas de la situación o bien porque puedes pedir ayuda profesional para disfrutar y avanzar.
Si quiero que mis hijas sean maravillosas, yo también tengo que aspirar a lo mismo. Tengo que ser la persona que espero que sean ellas.
Y recuerda: ¡Sonríe, agradece y abraza tu vida!
Sobre todo: ¡a Vivir, gente! VIVIR.