Por Dona Wiseman
Me sentí identificada con uno de mis maestros al contemplar que no cuidarme tiene un tono de falta de respeto para los demás. Recuerdo haberle oído decir, “La velocidad es cortesía.” Su tema era distinto, pero me resonó la expresión. ¿Qué pasa si no me cuido? Si descuido mi salud, mi economía, mi higiene, mis horarios, mis pertenencias, el consumo de agua y de luz, ¿qué sucede? Conozco a varias personas que me responderían que no importa, que al cabo solo les atañe a ellos mismos. ¡Error!
Hace muchos años, cuando era maestra en un colegio importante, se anunció que había una escasez de combustible en el mundo y que había que regular el consumo. En esos días el Presidente en turno de EEUU hizo un llamado en televisión y radio, pidiendo que los ciudadanos de ese país bajaran los termostatos (era invierno) a ciertos grados para ayudar a gastar menos. A la vez se redujeron los límites de velocidad a 55 millas por hora, también para ahorrar combustible. Resultó después que nunca se supo si fue real la escasez, pero sí, dicen, que funcionaron las medidas para bajar el consumo. Bien, ¿a dónde iba? ¡Ya! Al escuchar esa petición en voz de un presidente del país vecino, una niña del colegio declaró, “Qué tontos los estadounidenses (aún se decía ‘americanos’ sin temor a ofender a 2 continentes enteros). Si yo pago mi gas lo uso como me pega la gana.” Podría haber dicho yo que era una niña y ¿qué más da? Pero los niños repiten lo que oyen con mucha frecuencia. Y ¿eso qué tiene que ver con el autocuidado?
Si yo no cuido mi salud y me enfermo, alguien tendrá que cuidar de mí. Si aparte no tengo un seguro médico y no alcanza mi economía, alguien lo tendrá que pagar. Efectivamente me podrían dejar encerrada en mi casa y abandonarme a mi suerte, pero como todos tengo personas que me quieren y a quienes les importo y quienes probablemente se van a desgastar luchando por mí aun cuando no lo desee yo (o ¿quizá justo quiero esa atención?).
Si descuido mi economía, aparte de no poder atender situaciones médicas, puede haber un momento en la vida cuando no me alcanza para lo básico y alguien tendrá que pagar mis cuentas, de buena manera o a regañadientes o con resentimientos.
Si no atiendo mi higiene… creo que no es necesario hacer muchos comentarios. A veces ponemos a prueba en extremo la aceptación incondicional de los demás, comenzando por creer que existe tal aceptación incondicional y que tenemos un derecho inherente a ella.
Si desperdicio gas, agua, luz, y comida no se soluciona con pagar mi recibo elevado y sentirme justificada. El desperdicio no es un derecho. El desperdicio es una falta de respeto. Creo yo. Recuerdo los comentarios cliché de los adultos cuando de niños no queríamos comer lo que nos servían: “Tantos niños en Biafra (era el lugar de moda en ese tiempo) sin comida y tú desperdiciando.” Yo sé que el hecho de que yo coma o no las coles de Bruselas (que jamás comeré) no solucionará las hambrunas del mundo, pero mi actitud hacia la comida y hacia mi estancia en un mundo compartido sí tiene que ver. Mi conciencia o falta de conciencia sí afecta.
Escribió John Donne que “ningún hombre es una isla” y de hecho lo que deseo puntualizar en esta columna es justo el concepto de sociedad y que es verdad que afectamos a los demás. La actitud de “soy diabético y me como un pastel de tres chocolates porque me da la gana” no es justo para otros. Alguien cargará con los resultados y no seré yo sola. Mis hijos cargarán con mis descuidos. A veces incluso los vecinos, la pareja, la familia inmediata o bien política. El sistema de seguro social (asumiendo su buena función) no está hecho para remediar mis descuidos.
Ser responsable significa ser consciente de las obligaciones propias y actuar conforme a ellas. Creo que hay responsabilidades que adquirimos en la condición de ser y de existir. Es posible decir que no las pedimos, ni que las queremos. Yo no he conocido a alguien que no desea nada de la vida, a pesar de conocer a unos cuantos que presumen de ello. Siendo muy honesta, creo que yo deseo mucho. Y una gran parte de eso que deseo implica a otras personas. Directa o indirectamente alguien o muchos “alguienes” estarán involucrados en satisfacer las necesidades que yo tengo. Como cortesía para con esas personas, decido cuidarme.
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