Por Mayte Cepeda
Originalmente, el yoga como filosofía y disciplina ha sufrido una serie de cambios y transformaciones gracias a latransmisión de la enseñanza de un maestro a otro, de una cultura a otra, pasando fronteras, océanos, costumbres y tabúes, así como a los enfoques desde los que se enseña y a una serie de razones más. De hecho, hace un siglo, el yoga se enseñaba únicamente a varones, así como algunos deportes que estaban “etiquetados” para hombres, dejando de fuera de toda posibilidad el que las mujeres tuvieran acceso a estas enseñanzas.
Afortunadamente los tiempos cambian y tanto han cambiado, que hoy en día hay muchísimas mujeres practicando y enseñando el yoga por todos los rincones del planeta. No sé si la razón sea que las mujeres nos dejamos llevar más fácil por la mercadotecnia, nos gusta probar todo lo que nos ofrezca mayor bienestar, o porque nuestra misma rebeldía, nos ha hecho conseguir todo lo que deseamos. En fin, el hecho de que sean más mujeres que hombres, quienes se inclinan por practicar yoga me pone muy feliz, por un lado, sin embargo, por otro lado me pone a reflexionar sobre la razón en la disminución de hombres practicando esta filosofía de vida que –por cierto– no trae más que beneficios consigo.
Y esto es una realidad por todos lados. Simplemente, en un salón de clases de yoga, son contadas las ocasiones en que el alumnado es 50 porciento hombres y 50 porciento mujeres. Usualmente es mucho más alto el porcentaje de mujeres practicando y enseñando. Sin embargo, quisiera invitarte a convencer a tu esposo, papá, hermano, amigo, tío, primo, compañero de trabajo y a cualquier otro hombre que tengas cerca y que quieras convencerle de hacer yoga y encontrar un buen motivo para mejorar su salud y bienestar.
Los mismos beneficios físicos, mentales, emocionales y energéticos que genera el yoga en las mujeres, ¿qué crees? que también aplica y funciona para los hombres, con algunos detalles en los que hay que hacer hincapié:
La figura masculina representada en un papá, esposo o pareja, usualmente (sin generalizar) tiene bajo su responsabilidad la manutención de su familia, aunque esto con el tiempo se ha ido amoldando y modificando para que sea una responsabilidad compartida de ambos padres, sin embargo, los hombres sienten mayor responsabilidad en cumplir con ese compromiso. Esto genera algo de estrés, ya que del fruto de su trabajo depende la estabilidad económica en casa. Todo ese cúmulo de estrés y tensión fácilmente podría domarse con unas cuantas sesiones de yoga semanales.
Los esfuerzos físicos que hace papá. Ejemplos: él es quien acomoda los garrafones de agua en casa, el que se empina para arreglar el aljibe o cualquier descompostura electrónica, quien mueve los muebles de la casa cuando a mamá se le ocurre una remodelación o, por el contrario, es quien gracias a su trabajo se encuentra muchas horas al día en una misma posición, lo cual genera cansancio y agotamiento muscular. Para ambos casos, –el de muchos esfuerzos y el del sedentarismo–, el yoga constituye una herramienta súper útil para ayudar a sanar lesiones y a evitarlas, gracias a que cada postura se acompaña de una consciencia y atención en el modo de respirar, en el acomodo de la espalda, brazos, caderas, piernas y del cuerpo en general.
Papá a veces no come en casa por cuestiones del trabajo, sucede que se malpasa, come fuera de los horarios habituales o come cosas rápidas que no son saludables. Esto no es una regla, pero suele suceder. Entonces, entra el yoga para salvar a papá y ayudarle a que funcione mejor su intestino, con una serie de posturas que sirven para masajear la zona del abdomen y vientre y le permiten mejorar la salud digestiva.
Son muchos los beneficios, interminables y cada día se aprende más. Invita a tu papá, esposo, tío, primo, amigo, a que pruebe esta disciplina y busque mejorar su salud y bienestar. ¡Namasté!
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