Por Laura Prieto
Desde la prehistoria los humanos utilizaron el dibujo como una forma de comunicación, por medio de figuras simples grabadas en cuevas, el hombre expresaba su día a día.
Dibujar es un lenguaje universal, un lenguaje gráfico, y es nuestra primera herramienta, que nos permite comunicarnos, es una de las formas más primitivas de escritura, la empezamos a desarrollar a muy temprana edad, podemos ver como nuestros hijos comienzan a dibujar patrones con sus dedos en la comida, en la arena, la crema, en cualquier substancia con lo que los dejemos trabajar, y cuando son capaces de sostener lápices y crayones empiezan por dibujar escenas de su vida cotidiana, es maravilloso interpretar las formas y ver los mensajes que nos dejan en su arte.
Mi hijo dibuja mucho, le encanta, decimos que tiene la vena artística por ambos lados, mamá tatuadora y papá con hobbie de dibujar, pintar e ilustrar, tengo una caja donde guardo todos sus dibujos: mamá haciendo yoga, las flores del jardín, todos en avión, los monstruos venciendo a los zombis, su imaginación en cada trazo y cada dibujo es un tesoro para mi, me imagino de anciana, viendo mis tesoros pictóricos.
Hay quien va más allá de guardar los dibujos de sus niños y en vez de dejarlos en un cajón, decide llevarlos en la piel, es un honor para mi trazar lo que tiernas manitas hacen con tanta claridad. Es una hermosa opción de llevar por siempre a nuestros hijos en la piel, tatuarnos ese dibujo que nos dedicaron, que al verlo nos remonta a aquella tarde de maravillosa paz, mientras tú leías un libro y tú niño dibujaba, emocionado, platicando su obra de arte. Esta etapa de dibujar y dibujar dura poco, aprovéchala, disfrútala, con el tiempo la comunicación se hace más compleja y nuestros hijos ya no verán la realidad tan simple como para plasmarla en un dibujo, la etapa en que tus hijos se expresan con dibujos dura tan poco, ¡atesórala! O mejor ¡tatúatela!