Por Daniella Monarez
Todo ocurrió durante mi servicio social de la carrera de médico general, el cual en teoría tiene duración de un año completo, en algun pueblo o ejido rural comunmente donde los estudiantes que todavía no somos médicos pasamos a estar a cargo de alguna institución de salud.
En mi caso estuvo siempre conmigo un pasante de enfermería, el cual pasó de ser un simple compañero a mi fiel confidente.
De inicio me advirtieron que el que sería mi nuevo jefe tenía la costumbre de detectar a uno de sus alumnos que se encontrara vulnerable para hostigarlo durante todo el año.
Y si estoy escribiendo esto, seguramente podrán adivinar que fui yo su elegida.
Pasaba por un momento verdaderamente difícil, iba saliendo de la relación mas tóxica y horrible que he tenido en mi vida, cuando por caprichos de la vida, debía de vivir con mi ex durante todo ese año de servicio.
Pero no fue sino hasta que mi jefe se enteró de tal situación, cuando echó a andar toda la caballeriza contra mi, obviamente de una manera sutil, en la que ni yo misma sabía que lo que hacía era acoso.
Comenzó por exigir tiempos y metas inalcanzables, realizar supervisiones exhaustivas de resultados, discusiones desmesuradas, hasta auditorías sorpresas practicamente semanales, cuando a otros compañeros solo los visitó dos veces en todo el año. Su persecusión era tanta, que llegó a invadir mi vida personal y con la deteriorada situación sentimental en la que me encontraba, mi rendimiento no fué el óptimo y él, sin perder oportunidad, logró realizar varios reportes exagerando el fallo.
En pocas palabras, fue un tormento psicológico que en ese momento parecía no tener fin, hasta que un día logró hacerme tanto daño administrativamente que estuve literal a una firma de perder la carrera en medicina por la que ya me había esforzado casi 7 años.
Mi padre y yo peleamos con tanta determinación que logramos salir adelante de tan enorme problema. A ese señor hasta donde supe no le permitieron tener más alumnos a su cargo.
Me animo a escribir del tema por varias razones, entre ellas, que se conozca que el hostigamiento laboral le puede pasar a cualquiera y en cualquier momento, el tener la información correcta de lo que es y qué se puede hacer, es la única herramienta con la que se cuenta para poder detenerlo. La segunda es reconocer que hay ocasiones en las que la vida personal no fluye nada bien y que esto puede ser un detonante para que comienze a rodar la bola de nieve y sus efectos. En mi caso, tengo que aceptar que me faltó un poquito que papá y mamá supieran detectar lo que secretamente estaba viviendo y así poder detenerlo y ayudarme. Sin embargo, reconozco mi parte en todo esto.
Conforme he ido avanzando en el mundo de la medicina con tristeza me doy cuenta que el hostigamiento es algo tan común que nadie ve mal que se trate indebidamente a algún subordinado. Peor aún, en ocasiones hasta se felicita el abuso de poder. Y como perder la carrera de medicina es algo grande de perder, pues quedarse callados es la única posibiliad que se tiene de sobrevivir.
No sé si ésta práctica algún día será diferente, desconozco si llegará el día en el que aprendamos a enseñar, porque si bien somos médicos y no maestros, a muchos nos toca estar a cargo de estudiantes o practicantes de medicina que le han apostado sus sueños a estar en un hospital. Y espero que podamos ser capaces de transmitir todo el conocimiento que se ha ido adquiriendo de una manera pacífica.
A mis grandes maestros los honro, la dedicación que muchos de ellos siguen mostrando hacia la enseñanza es admirable, ojalá tenga la oportunidad de acercarme a ser como son.
El acoso sigue existiendo de muchas maneras, como padres necesitamos tener la información suficiente de lo que es, conocer a nuestros hijos y brindarles la confianza necesaria para poder detener éstas prácticas.