Por Dennis Charles
Somos padres de una sociedad moderna, en donde el tiempo pareciera no alcanzar en nuestras múltiples actividades, por lo que siempre llevamos prisa y a veces nos es casi imposible detenernos y ver qué es lo que nuestros hijos necesitan de nosotros.
Los problemas de conducta en los niños se han incrementado, y una de las principales consecuencias, es la falta de tiempo de los adultos hacia ellos. Los niños se van creando creencias equivocadas sobre cómo pertenecer, y los adultos, generalmente en vez de atender sus necesidades, generalmente sólo atacan las malas conductas.
Ante un berrinche o un mal comportamiento, para el adulto es más fácil y más rápido gritar, regañar, sermonear o chantajear con un premio o un castigo; y sí, la mala conducta suele desaparecer, pero sólo por un instante. A largo plazo, los niños no están aprendiendo habilidades como responsabilidad, honestidad, cooperación, trabajo en equipo, etc.; más bien, los niños se ven impulsados a actuar de cierta manera para obtener privilegios y evitar algún efecto negativo.
Si queremos que nuestros hijos se comporten mejor, nosotros los padres tenemos que descifrar el mensaje de lo que hay detrás de su conducta; esto no es fácil, implica tiempo y creatividad; pero así obtendremos los efectos a largo plazo de lo que queremos para nuestros hijos. Si queremos que nuestros hijos sean respetuosos con nosotros, primero tenemos que modelar qué es respeto; el castigo, los regaños, las nalgadas y los gritos no son herramientas respetuosas y son incongruentes “yo sí te puedo gritar, pero tú a mí no debes gritarme”; simplemente no puedo exigir algo en mis hijos y actuar de la manera en que no queremos que ellos actúen.
Una disciplina adecuada es la que se enfoca en las necesidades tanto del adulto como de los niños, de manera en que haya un respeto mutuo y que pueda dar lugar a la búsqueda de soluciones para ambas partes. Si nos enfocamos en lo más fácil, castigar y regañar, nuestros hijos no estarán aprendiendo a cómo resolver situaciones ni a cómo aprender de los errores.
Nosotros los padres tenemos un gran trabajo, el más importante de todos. Somos nosotros los encargados de ayudar a nuestros hijos a crecer y a desarrollar en ellos habilidades sociales para que sean exitosos en sus vidas, mediante el desarrollo de un sentimiento de importancia y pertenencia. Somos nosotros los responsables de que nuestros hijos se sientan amados, especiales e importantes; esto les dará seguridad y un sentimiento de comunidad; de esta manera, se sentirán más motivados a cooperar con la sociedad a la que pertenecen (su familia).
Disciplina positiva posee muchas herramientas que permiten a los padres el desarrollar en sus hijos todas estas habilidades; la disciplina positiva no es permisiva ni punitiva, da esperanza, aprendizaje y amor; es firme y amable al mismo tiempo y se basa en el respeto tanto para el adulto como para el niño. A continuación, te comparto algunas de las muchas herramientas de disciplina positiva, tomadas del libro “Disciplina Positiva de la A-Z de Jane Nelsen, Lynn Lott y H. Stephen Glenn”:
- Ser amable y firme:algunos padres tienen la falsa creencia que los “buenos padres” son aquellos que imponen reglas y mantienen a sus hijos bajo control; por el otro lado, muchos padres piensan que “un buen padre” es aquel que da completa libertad a sus hijos sin establecer ningún límite; y algunos son una combinación de controladores y permisivos, vacilando entre los dos extremos sin ser consientes. Para una disciplina positiva, se debe de practicar la firmeza junto con la cordialidad.
- Decide lo que harás y hazlo:nuestras acciones deben de ir acompañadas de palabras, dando continuidad a nuestras decisiones. Cuando estamos enojados, cansados o sin ánimos, decimos cosas que en realidad no sentimos ni pretendemos llevar a cabo.
- Actuar y no hablar:los padres pasan gran parte del tiempo negociando con sus hijos, suplicando o sermoneando. Los niños dejan de prestar atención a sus padres porque hablan demasiado. En la mayoría de las veces, no es necesario decir una sola palabra para que nuestros hijos capten lo que necesitamos de ellos. En vez de estar gritando para que tu hijo se lave los dientes, de manera amable y con una sonrisa, tómalo de la mano y llévalo al baño; si está peleando por un juguete con su hermano, tranquilamente retira el juguete y ponlo fuera de su alcance. Estas acciones deben realizarse de manera amable y respetuosa.
- Dar continuidad:el dar continuidad reduce la frustración y el conflicto mientras les enseñamos a los niños, valiosas habilidades para la vida. Primero debemos observar las causas del problema y poner toda nuestra atención en el asunto. Es importante también valorar los sentimientos de nuestros hijos y decirles cómo nos sentimos nosotros, y lo que nos gustaría que sucediera. En vez de decirles a nuestros hijos lo que NO hagan, decirles qué hacer y junto con él, buscar una solución en los que ambos se beneficien, estableciendo límites y dando continuidad a las acciones.
- Mejora tus habilidades de comunicación: tenemos que aprender a escuchar reflexivamente a nuestros hijos y ayudarlos a que ellos piensen por sí mismos. En lugar de decirles a nuestros niños qué fue lo que sucedió, cómo deben sentirse al respecto y lo que deben hacer; tenemos que estar dispuestos a escucharlos preguntándoles “¿qué sucedió?, ¿cómo te sientes?, ¿qué podrías hacer para la próxima vez en que te suceda algo similar?”, así nuestros hijos desarrollaran habilidades de pensamiento y juicio, al mismo tiempo que aprenderán a buscar sus propias soluciones ante los problemas. Debemos enseñarles también a expresar sus sentimientos para un adecuado desarrollo de su inteligencia emocional; si tu hijo hace un berrinche, podemos ayudarlo a identificar su sentimiento diciéndole “te sientes enojado porque no puedes comer el dulce que tanto te gusta. No te gusta tener que esperar hasta después de la comida, posiblemente yo me sentiría igual, pero me gustaría que esperaras hasta después de la comida”.
Como puedes ver, estas herramientas requieren de tiempo, práctica, paciencia y constancia, pero te aseguro que son efectivas a largo plazo. Ante una mala conducta, lo más fácil y rápido es castigar, regañar, dar una nalgada o gritar; sin embargo, esto no permite el desarrollar en nuestros hijos habilidades para la vida. Debemos hacer una pausa en nuestra ajetreada vida para poder conectarnos con nuestros hijos y ver qué es lo que ellos necesitan de nosotros, debemos emplear nuestro tiempo y nuestro corazón para hacerlos sentir importantes y necesitados ya que un niño que se siente así, difícilmente se sentirá motivado a comportarse de manera inadecuada.