Por Elena Hernández
Hace unos días una amiga mía fue acribillada cibernéticamente. Cada palabra de agresión, como cuchillos afilados los sentí casi como si estuvieran dirigidos hacia mí, y algunos lo estuvieron, porque no dude en expresar mi punto de vista en aquella publicación en la que era obvio, todo estaba en nuestra contra. Lo cierto es, que siempre hay dos caras de la moneda, dos diferentes historias, ninguna más justa que la otra, incluso a veces, indefendibles. Cada quien toma siempre una postura en base a lo que cree conocer, ya sea a la persona involucrada o la situación, y lo que para algunos es un acto injusto, para otros está completamente “justificado”, en fin.
Mi reflexión de aquella espantosa historia de novela que terminó con mi amiga en el hospital en cirugía con la rodilla destrozada y en su cama guardando reposo por 15 semanas, es que, nada, absolutamente nada, justifica un acto de violencia para “educar”, “enseñar”, “señalar”, “reprender”, “corregir” o lo que sea que se pretenda alcanzar. En este mundo tan falto de empatía, de amor, de respeto, de tolerancia, donde por un lado se nos hace fácil algunas veces tomar ciertas ventajas que al cabo “me tardo 5 minutos” y “no pasa nada” y atropellamos los derechos de otras personas, con o sin intención de hacerlo; y por otro lado quien en su criterio de rectitud atraviesa los límites de la educación y el respeto en base a tomar la justicia por su cuenta y donde muchos aplaudieron porque no supieron como terminó la historia. No importa lo que haya llevado una cosa a la otra, siempre hay detonantes que nos sacan de nuestras casillas, es natural que aflore nuestro instinto animal, pero debemos detenernos a pensar más allá de nosotros mismos y ponernos en los pies del otro. Eso es todo, detenernos un momento, respirar hondo y pensar. Pensar. Esta reflexión me llevó a algo más profundo y fue la introspección en los momentos en que justamente fuera de mi ecuanimidad, he caído en estos “actos violentos”, física, emocional o socialmente hablando, y en principio sentí una gran vergüenza, luego me di cuenta que han formado parte de mi crecimiento, que haciendo esta conciencia es como vamos actuando de manera más adecuada, mas elevada. Seamos responsables y conscientes de nuestras acciones y las consecuencias de ellas. Este mundo no será mejor de otra manera si no dejamos de atacarnos y señalarnos, en lugar de ello, eduquemos con el amor y el ejemplo.