Por Dona Wiseman
La proyección es un mecanismo universal que, junto con otros mecanismos (la introyección, la confluencia, la retroflexión, la reflexión, la racionalización y la negación por ejemplo), es una manera de lidiar con cosas que no nos gustan de nosotros mismos, cosas que no logramos ver de frente, admitir y aceptar. Hemos escuchado en muchas ocasiones que el mundo refleja lo que somos, y es verdad. Tomemos un paso más en ese trabajo de mirarnos de manera clara, a pesar del trabajo que eso cuesta.
Las cuatro leyes del espejo son:
- Todo lo que me molesta, irrita o enoja, o que deseo cambiar del otro está dentro de mí.
- Todo lo que me critica, me combate o me juzga el otro, si me molesta o me hiere, está reprimido en mí y me toca trabajarlo.
- Todo lo que el otro me critica o me juzga, o que quiere cambiar de mí, y que no me afecta, le pertenece a él.
- Todo lo que me gusta del otro, lo que amo en él, también está dentro de mí. Reconozco mis cualidades en otros.
La primera ley significa que cuando me quejo constantemente de alguien en quien le veo una actitud narcisista ante el mundo (o cualquier defecto que me llama mucho la atención), me tengo que preguntar cómo se manifiesta mi propio narcisismo.
La segunda ley indica que cuando algo de lo cual me acusan otros me cala y protesto, es efectivamente una característica que debo tomar en cuenta y examinar en mí. Cuando las personas me preguntan constantemente si estoy enojada, es una oportunidad para me dé cuenta de la imagen que estoy dando y de la energía que reflejo.
En la tercera ley consideramos el hecho de que es frecuente que alguien nos reclama una manera de ser que no solo no reconocemos en nosotros sino que tampoco nos hace ruido que lo digan. Eso significa que efectivamente, esa característica no es nuestra. Si alguien se quejara de mi impuntualidad, no podría engancharme, pues no soy impuntual.
La cuarta ley es una que, en nuestro afán de autocorrección y perfeccionismo, simplemente olvidamos. La admiración es un tipo de proyección. Cuando algo me resuena del otro, por más que niegue que yo tenga tan magníficas características, también debo buscar la forma en que se expresan en mí. Si admiro la organización de alguien, o el talento, o la creatividad, queda claro que el ejercicio es voltear la mirada y verme en esa luz.
Unas preguntas útiles son:
- ¿Qué me choca del otro? ¿Qué no logro negociar en el otro? ¿Cómo se manifiesta en mí?
- ¿De qué me acusan los demás constantemente? ¿Qué me critican? ¿En qué tienen razón?
- ¿Con cuáles “críticas” puedo jugar y divertirme? ¿Con qué cosas no me engancho?
- ¿Quiénes son esas personas a quienes admiro y creo que son más que yo? ¿Cuáles son las características que resuenan en ellas y que yo tendría que aplicar a mí misma?
Este ejercicio es particularmente importante en el momento en que el mundo y la sociedad, y nosotras mismas, estamos pasando por cambios profundos.
¡Vamos a echarle ganas y participar en la transformación individual y colectivo!