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AMO LAS MAÑANAS LENTAS

Por Dona Wiseman

A veces nos damos cuenta que las personas quienes pensamos que nos deberían conocer más en realidad no nos conocen, y luego constatamos que las personas que menos sospechábamos nos han observado y conocido a detalle.  A los 18 años escuché a mi madre aconsejarme que estudiara química farmacobióloga.  Al darme cuenta que lo decía en serio, me provocó ganas de decirle, “¿No me conoces, verdad?”  Muchos jóvenes de esa edad hubieran tomado los deseos de su madre y se hubieran inscrito en la carrera sugerida.  Yo siempre he tenido dos características particulares que me salvaron de una vida aburrida (o así creo que hubiera sido al haber estudiado eso).  Tengo un ego fuerte.  En este contexto, “ego” significa “la instancia psíquica a través de la cual el individuo reconoce su yo y es consciente de su propia identidad”.  Es una bendición para mí siempre haberme sabido, desde muy pequeña haber tenido el conocimiento de mi ser como individuo.  En la vida he sabido lo que quiero y la mayoría del tiempo no he tenido necesidad de comentarlo con nadie.  Hago las cosas a mi manera, con frecuencia de una manera muy individualista.

La segunda característica es la reactividad.  No pretendo decir que estas dos características son buenas ni malas, pero sí decir que me han sido útiles.  La reactividad significa que si alguien me dice que haga algo, hago el opuesto radical, no más porque sí.  Por un lado eso probablemente me hace fácil de manipular, pero solo por personas muy inteligentes.  Como cierto director de teatro bien sabe: si me dice, “Te lo dejo a tu discreción”, lo siguiente que haré es lo que él quiere que haga.  Recuerdo una vez que una amiga me dijo que un proyecto que yo traía entre manos iba a ser muy difícil.  En ese momento pensé, “Observa de cerca.”  Y logré el proyecto a pesar de lo difícil.  Mi madre quería que yo tuviera un estilo de vida que ella hubiera deseado, pero yo sabía la vida que esa vida no era lo mío.

Me sigue sorprendiendo lo desatinadas que son las personas que creen conocerme.  En una plática familiar una vez surgió la pregunta, “¿Cuál es tu parte favorita del día?”  Mi pareja en ese tiempo respondió que no estaba seguro, pero que sí sabía que no era la mañana.  Mi hija mayor sonrió y le dijo, “Ya sabía que no la conocías bien.  Mi madre adora las mañanas, mientras que nadie más se levante y puede estar sola.”  Tengo una hija muy observadora y amorosa.  Solo una persona que ama puede llegar a ese nivel de entendimiento de otra persona.  La gente que me conoce un poco sabe que no me gusta levantarme temprano.  5am, 6am, 7am… no.  No me gusta ni quiero.  Lo que quizás no saben es que no me levanto tampoco muy tarde.  8am… sí.  Luego me gusta deambular sola por la casa, tomar café con calma, regar plantas, mirar el pirul, mover cosas de aquí para allá y de allá para acá.  Me toma mucho tiempo estar lista para lidiar con gente y otras actividades “normales”.  Incluso en un momento escribí:

Amo las mañanas lentas

tres vueltas en la cama

para refugiarme un rato más

en el abrazo de las almohadas

una despedida de amantes

que se vuelven a encontrar

en la primera taza de café.

Sigo cada día observándome.  Entre más me miro, más satisfactoria se hace mi vida.  No es un asunto egoísta.  Es un asunto de decisiones claras.  Solo sabiendo exactamente lo que quiero puedo pretender acompañar a cualquier otro.  Solo así puedo decidir en el momento que sea necesario prescindir de lo que yo quiero y tomar decisiones que me llevan a una satisfacción más profunda.  Solo así.

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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