Por Dona Wiseman
Con frecuencia nos juntamos las mujeres para hablar mal de los hombres. Ellos seguramente hacen lo mismo (digo “seguramente” pero sé que así es). Las generalizaciones no son verdades. No es cierto que “todos los hombres son…”. No es cierto que “los hombres no entienden…”. Bueno, sí es verdad que no entienden. No entienden lo que no somos capaces nosotras de expresar, ni lo que nosotras mismas no entendemos.
Una relación de cualquier tipo implica mirarme y mirar al otro. Implica saber lo que quiero y lo que no es negociable para mí. No es fácil saber qué quiero en la vida, y a veces expresar lo que no quiero es igual de difícil. Más difícil aún es reconocer que lo que quiero y no quiero no es responsabilidad de otro. Eso significa que al acercarme a alguien, ese alguien puede ser una persona que resuene conmigo, pero jamás es una persona que tiene la obligación de satisfacer mis necesidades, ni de no ser o no actuar de ciertas maneras porque a mí no me parece.
Hay hombres “mala onda”, supongo. Así como hay ciertos hombres con los que me puedo llevar bien, hay hombres con los cuales es poco probable que pueda tener una buena relación. Insistir en que los hombres sean de cierta manera o que es correcto que actúen según reglas específicas es una actitud inútil y garantiza frustración. Esas expectativas me llevarán a entrar en relaciones vez tras vez para concluir, en cada intento, que todos los hombres son iguales, y que no entienden, y no se les puede decir nada, y una buena cantidad de otras conclusiones.
Una relación no “se da”. No es cuestión de que alguien satisfaga mis expectativas y necesidades. No se trata de que yo satisfaga las expectativas y necesidades del otro. Una relación es trabajo y proceso. También es aceptación y adaptación. Y significa además que yo reconozca que el otro se estará adaptando a mí y aceptará cosas que no le agradan de mí.
¿Cómo? ¡Si yo soy perfecta! Y además, ¡todos quieren conmigo! Tengo derecho de poner mis condiciones a cualquier relación. Los hombres deben acatarse a mis reglas y deseos.
¡Ay! ¡Con razón no me va bien en el amor!