Por Alma Lorena Chávez
¿Alguna vez has observado los comportamientos de tus hijos y comparado con los tuyos?
Muchas veces nos concentramos en la conducta del niño y dejamos a un lado la de nosotros mismos, sería más fácil hacer un análisis interno de qué es lo que estamos haciendo como padres que provoca esa conducta, sobretodo cuándo no interfieren necesidades especiales o problemas conductuales diagnosticados por un profesional.
Si somos objetivos y realistas podemos observar que cuando te encuentras bajo estrés o traes alguna situación en particular que te inquieta, los niños a tu alrededor, sean hijos o alumnos, empiezan a comportarse negativamente y esto tiene una explicación neurológica, sin embargo ellos no lo saben y no entienden porque se sienten de esa manera así que lo mejor es compartir nuestros sentimientos.
Los niños desde que nacen actúan con sus neuronas espejo y los últimos descubrimientos de la neurobiología demuestran que nosotros los adultos fungimos como un regulador de las emociones de los niños, esto debido a que la parte del cerebro (la corteza prefrontal) encargada de la convivencia social, del desarrollo de la personalidad, de los procesos de toma de decisiones, predicción de las consecuencias y de la regulación de las emociones, entre muchas otras funciones, se comienza a desarrollar a los 9 años y continúa desarrollándose hasta los 25. No esperemos que un niño o adolescente actúe de una manera ecuánime ante una frustración o problema en particular, he aquí nuestra labor, tener un acompañamiento en el cuál los enseñemos a identificar sus sentimientos y saber qué hacer con ellos, recordemos que no hay sentimientos buenos o malos, simplemente son reacciones naturales del cerebro del ser humano y es justo en las etapas de la infancia y adolescencia dónde aprendimos a reaccionar cómo actualmente lo hacemos.
Así que como padres de familia o educadores tenemos una gran responsabilidad de inculcar a los niños la inteligencia emocional.
Cada vez que tus hijos te saquen de tus casillas puedes hacer una pequeña introspección para ver si tú mismo estás proyectando lo que requieres de ellos. No es fácil tomar esta responsabilidad pero al hacerlo consciente das el primer paso. También es válido pedir un tiempo fuera positivo, es decir, no todas las situaciones se tienen que arreglar en el momento, puedes tomarte tus 5, 10 minutos o el tiempo que tu necesites para reintegrarte y poder tomar las cosas con calma, esto también les enseña que pueden hacerlo cuando se requiera.
Entonces, qué podemos hacer:
- Invierte en ti, retoma tus gustos, fomenta tu bienestar, respira, haz ejercicio, medita, escucha tu música favorita, date un baño relajante, platica con tu familia, conéctate con tu niño (a) interior o haz cualquier cosa que te haga feliz porque si tú lo eres, tus hijos también lo serán.
- Nunca olvides alimentarte sanamente (el no estar bien nutridos nos hace estar cansados e irritables). Dejemos a un lado la creencia de que para ser buen padre tienes que olvidarte de ti mismo o que tiene que haber sacrificio y dolor.
- Actúa desde el corazón, desde ese amor incondicional que sientes por tu hijo, eso es el motor que te permite tener la intuición y la paciencia para sobrellevar cualquier situación que se te presente. Cuándo sientas una energía dentro de ti que te altera, concéntrate en el amor sientes y estoy segura que tu perspectiva cambiará.
Daniel Siegel y Tina Payne proponen dos estrategias para fortalecer y fomentar un cerebro afirmativo y resiliente:
- Colma a tus hijos de cuatro dones:
- Seguridad
- Atención
- Consuelo
- Confianza
- Enséñales a tener visión mental, la capacidad de percibir y entender su propia mente y la de los demás, esta habilidad nos permite cambiar la perspectiva de una situación y tener control sobre nuestros impulsos, se compone de tres características:
- Comprensión
- Empatía
- Integración
En resumen, lo mejor que le puedes brindar a tus hijos es TU TRANQUILIDAD.