Por Cristina Aguirre
Bien dicen que, aunque lo llevamos en la sangre, ninguna mujer nace sabiendo ser madre. Cuando escuchaba esto, imaginaba como: ¡Wow! ¡Cierto! De la experiencia fui aprendiendo. ¿Pero qué pasa con aquellas etapas en las que realmente no estamos listas? Y es que a los hijos siempre siempre los vemos chiquitos y aunque suene egoísta, cuando son pequeñitos los sientes tan tuyos… la completa dependencia que tienen hacia ti, la vulnerabilidad con la que nacen; casi podría decir que son una extensión de ti misma, hasta que comienzan a crecer.
De pronto en un abrir y cerrar de ojos mi hijo comenzaba a enviar batiseñales de: “la etapa del desapego”. Mis besos comenzaban a incomodarlo cuando había testigos y ni hablar de agarrarlo de la mano; “mamá es que ya estoy grande”. “Ok, nada más no te alejes.”
Cabe mencionar que en casa sigue siendo el chicle en mi espalda y seguimos intercambiando esas risitas picaronas cuando le grito desde el carro: ¡¡¡¡¡teeee aaaammooooo!!!!!
Aun así… me necesita; pero comienzan esas ráfagas de independencia (razonablemente: es completamente sano y normal) pero pareciera que mi corazón no está listo.
Recuerdo cuando necesitaba que lo ayudara a caminar, con esos pasitos inseguros y de tambaleo, tomaba mis dos manos y sabía que para las ocho me estaría cargando el payaso con los terribles dolores de espalda… no me daba cuenta que en un flachazo, el tomarle de la mano ya no sería “tan cool” en público.
El desapego NO es un drama, y no es de un día para otro… y jamás habrá un desapego total; PERO UNA MAMÁ LO NOTA TODO. Es una etapa lenta, pero SEGURA.
Abrázame muy fuerte mi amor… ahora soy yo quien necesita tu abrazo. Quisiera siempre ser parte de su mundo.
¿Mamá me pones loción? Y yo con la cara de vértigo…. ¡pero si vas a una piñata adulto mayor! Pues bueno él se quiere ver guapo… así que ahora tiene una loción de Batman. ¿estoy bien peinado?
Y si, como dice mi esposo, no es un drama… pero explícaselo a mi corazón de mamá.
El diálogo con mis hijos, es algo que valoro en exceso; pero con el mayor de pronto ya no eran tan interesantes mis moralejas, o mi manera de persuadirlo a comer nombrando cada platillo con el nombre de sus súper héroes…. “mamá el caldo de Hulk, es caldo de res.”
Y es que de pronto la definición de mamá se volvía para el mayor: la que le tenía lista la ropa, la regadera, la comida, el lonche, chofer y obviamente la que lo abrazaba si se caía o estaba triste… pero YO quería más.
Quisiera hacer un paréntesis, “el cordón umbilical JAMÁS se rompe, en todas las edades definitivamente necesitamos el calor de madre… quien ya no tenga la bendición de tenerla, lo sabe….”
¿Estás bien? Te noto triste. Puedes contarme.
Entonces descubrí una herramienta mágica para conectarme con él y mi corazón comenzó a sentir cierto alivio, sabía sus gustos y necesitaba aprender más… no soy mamá cool pero si quiero que sepa que lo entiendo y que lo amo.
“Mamá pero si a ti no te gusta el fútbol.”
Si a ti te gusta; a mi también ¡y aprendo rápido! Ahora soy porrista (si ya he sido Mimi, Santa Claus) ¡pues ahora soy futbolera! ¡¡¿Cómo fregados no?!! Por mis hijos… LO QUE SEA. Y ahora me convertí en una de esas mamás gritonas con la camiseta de su equipo.
Hace unos días una persona me hizo reflexionar: “viven a través de sus hijos” a primeras de cambio me sonó hiriente y en el debate con mi madrecita interior concluí. ¡¡Si!! ¡¡Claro, Claro, clarooo que si!!! ¡¡Los amo demasiado!! De hecho mis hijos encabezan mi lista de personas favoritas en este infinito universo.
Bendito Dios que tengo la oportunidad de amar tanto a esos tres pequeños seres humanos. Porra, chofer, Bella, Cruela, Santa Claus, Mimí… porto mi gafete de mamá con orgullo. Tengo mi carrera, trabajo, pero mis papeles más importante son los que represento en mi familia; y uno de ellos: Es ser madre.
Sus logros, sus goles, sus altas y no tan altas calificaciones me hacen tan feliz cuando veo su esfuerzo y sus fracasos inmediatamente me hacen ponerme ese chaleco de mamá .. “tú puedes y puedes más que eso mijo , siempre habrá mejores y también peores pero no se me apachurre; si estás triste lloramos, pero le echamos ganas..”
Y así comenzamos a cambiar nuestro lenguaje de amor, de pronto hablábamos de jugadas, de emocionarnos por las playeras de los equipos (y ok me falta leer más de fútbol); pero tengo un esposo futbolero que me sopla, así que vamos por buen camino.
Lo que trato de decir; aparte de desahogarme, es que cuando estamos viviendo la etapa del desapego… QUIERE DECIR: Que lo estás haciendo perfectamente bien. Le diste las herramientas para tener la seguridad de que puede soñar, luchar y conseguir por sí solo todo aquello que necesite su pequeño corazoncito.
Y como mamá siempre tendremos escusas y pretextos para abrazar sus aficiones, amar a sus amigos y escuchar sus días buenos y de darle un tremendo apapacho cuando sean malos.
Preparo sus alas… aunque le falta bastantito para volar… así que seguiré siendo testigo de sus intentos de vuelo… Ahora no soy solo la que le tiene lista la ropa o la que le da de comer, soy esa persona que está ahí incondicionalmente para cuando necesite esa imprescindible “dosis de mamá”.