Por Ana Celia Aguirre
Muchas veces en nuestras vidas nos topamos con personas que ante el menor detalle estallan en furia. Lo mismo nos puede sucede a nosotros en momentos en que no sabemos cómo es que, de repente, la llama del enojo se apodera de nosotros. Triste resulta ver en estos casos como decimos palabras sin sentirlas y en veces herimos a quienes más queremos, en tan solo un momento de emociones. Al pasar esta ola de enojo nos encontramos con sentimientos de culpa y con la tristeza de haber afectado negativamente nuestras relaciones personales.
Mucho nos han dicho de lo importante que resulta controlar nuestro enojo, de contar hasta diez, antes de reaccionar visceralmente ante algún estímulo que nos resulte molesto. Sin embargo, más que solamente controlar el enojo y evitar las acciones perjudiciales que puede desencadenar, hay que ir más profundo y encontrar de donde viene esta vulnerabilidad que nos hace estallar.
Para entenderlo mejor con gusto les comparto el cuento La Tristeza y La Furia del reconocido autor Jorge Bucay, mismo que ilustra muy bien por donde podemos comenzar para entendernos a nosotros mismos y a su vez comprender a los demás y con ello tratar de resolver, de fondo, el enojo que pueda existir en nuestras vidas. Y el cuento dice así:
“En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas…
Había una vez…
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua…
Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza…
Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.”
Clara
Me encanta este texto siempre!