Por Dona Wiseman
Ayer cené en un restaurante muy lindo en Tepoztlán. Vine a celebrar el cumpleaños número 80 de mi maestra, la mujer con quien hice mi entrenamiento en psicoterapia (entrenamiento que se titula La historia sin fin porque abarcó algo así como 18 años y 7 especialidades o más). Mientras cenaba, platicaba por mensaje con un amigo y le comenté que me gusta lo bueno. Su respuesta fue, “¿A quién no?” Me quedé pensando un momento y le respondí que no todo mundo sabe qué es lo bueno.
Se dice que algo que es bueno es placentero y disfrutable. Y mientras percibo que hablar de disfrutar es frecuente (sobre-usado diría yo), hablar de placer es otra cosa. Placer incluye en sus efectos la satisfacción. A veces la gente se asusta cuando les pregunto sobre el placer. Es algo que a muchas personas nos queda aún lejos.
Escucho a muchos decir que hay que disfrutar. Disfrutar cada día al máximo, lo que hay, lo que tenemos, la vida como es, etc. No creo que todo se tenga que disfrutar, ni siquiera que todo sea disfrutable, y ahora que lo contemplo, me pregunto si no hacemos eso de forzarnos a disfrutar (como si se pudiera) porque no alcanzamos en realidad el placer y la satisfacción.
Para cada una de nosotras lo bueno puede significar algo distinto. Pero no, no puede significar aquello con lo que nos conformamos. Tampoco puede significar aquello que aceptamos por no conocer algo mejor, aquello que “disfrutamos” porque no hay algo más.
Si como algo o compro algo, puede ser que escoja entre lo que hay y eso que hay está bien. Y si lo necesito (como necesitar comer en un pueblo pequeño y tener opciones limitadas) escogeré lo que está bien para mí. Eso no necesariamente es lo bueno y, cuando menos a mí, probablemente no me dará placer. Servirá y resolverá la necesidad, pero no es placentero.
Para que algo sea bueno tiene que tener cierta calidad y seremos más exigentes conforme más conocemos.
Hace poco tuve que comprar un asiento para una taza de baño. Perdón por lo prosaico, pero ¡si vieran cuántos tipos y estilos y precios hay de asientos de taza de baño! Yo sabía que quería un asiento bueno. Entonces los baratos, esos que se mueven cuando alguien se sienta en ellos, no servirían. Tampoco tengo mucho conocimiento sobre asientos para el baño, así que con el conocimiento que sí tengo, escogí un asiento que me parecía bueno. El día siguiente una amiga me confirmó que había escogido bien. ¡Qué alivio!
Conozco personas que saben de buenos vinos, buenas cervezas, buenas telas, buenas series de televisión, buenas películas, buena comida, buena música, buena literatura, buen teatro…todo desde su propio nivel de conocimiento y criterio. Y vaya, no estoy hablando de gustos ni preferencias, eso es distinto. Yo soy incapaz de distinguir y de apreciar una buena cerveza, por ejemplo. No conozco de ópera, ni de música clásica, ni de coches. Si escojo lo bueno, será por chiripa, o por haber pedido consejo.
En lo que sí conozco y hasta donde llega mi nivel de conocimiento, sí quiero lo bueno, lo placentero; lo que me da satisfacción.