Por Dennis Charles
El día de ayer falleció una tía muy querida por mi hija Ana; cuando me enteré, ella se encontraba en la escuela. Durante toda la mañana, me invadieron mil pensamientos; sabía que tenía que decirle a mi hija lo que había sucedido, no podía ocultárselo; lo que no sabía era en cómo hacerlo; busqué la manera mas suave para decirle, en mi mente ensayaba mis palabras; llegué a la conclusión que no importaba la manera en que se lo dijera, su dolor sería el mismo; así que no pensé más y decidí esperar hasta verla y dejar que todo fluyera.
Ella salió de la escuela muy feliz y con una enorme sonrisa que me partió el corazón, porque en unos instantes sabía que dejaría de sonreír. Al subir al carro, la tome de las manos y simplemente le conté que su tía se quedó dormida para no despertar jamás; su rostro se entristeció y se llenó de lágrimas; sólo me quedó el abrazarla fuertemente, diciéndole que la amaba y que sabía el dolor que sentía. Admito que me sentí culpable por un instante; si yo no le hubiera dicho nada, ella en ese momento estaría cantando y contándome historias extraordinarias de lo sucedido en la escuela; pero sabía que había hecho lo correcto, no podía ocultar algo que tarde o temprano iba a saber; fue difícil para ambas, pero necesario.
Como padres, queremos evitar a toda costa que nuestros hijos sufran de esta manera; es un dolor muy grande ver a tus hijos así; nos asusta no poder lidiar con este tipo de situaciones pero es algo a lo que nuestros hijos se enfrentarán tarde o temprano, aunque no nos guste.
La muerte de un ser querido nos marca profundamente; cuando muere una persona cercana a nosotros, tenemos que adaptarnos a vivir sin ellos. Y a pesar de ser adultos, no logramos entender de todo el concepto de la muerte; si nosotros no logramos asimilarla, mucho menos los niños. Cuando les damos este tipo de noticias a nuestros hijos, tendremos que estar conscientes que el dolor será inevitable; no podemos impedirles que lloren, no podemos decirles que estén tranquilos y que no hablen más del asunto; tenemos que permitirles el expresar sus sentimientos, ayudarlos a que se vacíen emocionalmente. Cuando tenemos que dar este tipo de noticias a nuestros hijos, tenemos que resolverles todas sus dudas; algunos niños empiezan a preguntar a donde vamos cuando morimos o que pasa con nuestro cuerpo; no nos debe de dar miedo tocar el tema con ellos, tenemos que ser sinceros, siempre buscando la manera más adecuada de explicarle las cosas conforme a su nivel de entendimiento.
Si los niños no tuvieron oportunidad de despedirse de ese ser querido, como en el caso de mi hija, podemos ayudarlos a buscar una manera para siempre llevarlos en el corazón; podemos plantar un árbol y cuidar de él, o hacerle una carta y enviarla al cielo.
Los niños tienen una capacidad asombrosa para reponerse de manera rápida ante estas situaciones; es una maravilla que puedan refugiarse en el juego y en la imaginación; no es que hayan dejado de sentirse tristes, pero tienen la habilidad de canalizar su tristeza en algo más positivo; y es algo que podemos aprender de ellos. Una manera de recordar y homenajear a quienes nos han dejado, es seguir viviendo de manera plena y feliz.
Dedicado a todos aquellos que se han adelantado; nos veremos algún día.