Por Clara Zapata
Hace unas semanas que fui a mis clases de yoga con mi querida Assenet. Hicimos muchas veces la postura Chaturanga Dandasana. Al día siguiente, mis brazos estaban duros y dolían tan rico como solo se sienten cuando disfrutas del ejercicio del cuerpo y del alma…
Me encontré con mi maestra y le conté con una carcajada mezclada con lágrimas en los ojos que me sentía como una superheroína. Todos los que me conocen saben que no soy precisamente una sílfide o espíritu femenino del aire pero también saben que sí soy fuerte.
Sin embargo, en ese momento, así me sentía, ligera y poderosísima. Imaginé por unas horas o días mis brazos marcados y que volaba por este hermoso universo llamado Tierra… Fue una percepción muy potente, que algunas veces siento, pero sobre todo, que he logrado hacer consciente…
Esto viene a colación porque es, creo, importante y que por lo menos, de vez en cuando, tengamos estas evocaciones. Podría describirlo como alegría, placer, confianza, fe en mi misma, seguridad o autoestima. Todos estos adjetivos y pronombres los sentimos también, todas las madres que hemos logrado amamantar después de haber superado algunas dificultades y resuelto otras dudas.
Esto de los brazos fuertes pretende ser una metáfora del sentimiento que percibe nuestro corazón al ser la persona más importante para nuestro bebé, al tener ese milagro llamado leche materna en nuestros pechos y que se queda para siempre. Somos naturaleza, somos tranquilidad, somos mamíferas, con pasiones luminosas y misteriosas también. Logramos sorprendernos por tener este poder femenino y nos volvemos esenciales para un cachorro que nos espera y nos ama solo porque sí. No espera nada a cambio, nos mira con sus ojos brillantes y pacientes. Mientras, nosotras podemos debatirnos con la vida, llorar, reír, enojarnos o callarnos. Pero cuando llega ese momento sagrado, todo vuelve a la calma para sanar el alma.
Así, la imaginación y creatividad y la conciencia que de verdad podemos conquistar el mundo, nos llena de luz y nos permite sentirnos plenas. El mundo puede revolverse, redondearse o aplanarse y nosotras conservamos nuestro poder. Por ello, habrá que aprender a disfrutarlo y creer de todo lo que somos capaces. A partir de allí, viviendo con pasión, compromiso y responsabilidad con nosotras mismas, conoceremos nuestra libertad y podremos forjar el destino particular que queremos. Podremos decidir abrazar este privilegio o no, podremos plantearnos amamantar un día o 5 o 6 o más años, asumiendo cada acto con todo lo que implica, pero siempre con la seguridad interior de la gran capacidad de volver símbolo nuestros deseos más profundos.