NO TE ENGANCHES

Por Dennis Charles

 

 

Ante las malas conductas de nuestros hijos podemos reaccionar de dos maneras: “engancharnos” o simplemente “no engancharnos”. Cuando optamos por “engancharnos” el resultado casi siempre, o más bien siempre, será negativo y terminaremos en una lucha de poder con nuestros hijos. Te pongo un ejemplo de una vez que terminé “enganchándome” con mi hija mayor: Un día antes de comer, le pedí a mi hija que apagara la televisión para poder lavarse las manos y sentarse a la mesa, ella me contestó tranquilamente que en un rato más lo hacía; para mí, esa no era una opción y le repetí nuevamente la indicación, por lo cuál mi hija, ya molesta, me dijo “ya te dije que un rato más”, lo que decidí hacer, ya de manera molesta también, fue apagar la tele y decirle que se fuera a lavar mis manos (mi tono de voz para ese entonces era más fuerte); mi hija empezó a llorar y mi reacción fue el de decirle que no tenía porque llorar y que siempre era lo mismo a la hora de comer y que no la dejaría ver la tele después de la comida; por lógica mi hija intensifico su llanto y me gritó que no entendía yo que ella sólo quería descansar un poco mas y yo le dije enojada que no me gritara”; las dos terminamos muy molestas y ninguna pudo disfrutar la comida.

Al “enganchamos” en una mala conducta difícilmente podremos romper con esa lucha de poder que se genera con nuestros hijos: nosotros empezamos a gritar, nuestros hijos nos empiezan a gritar y después nosotros gritamos más. Las consecuencias de “engancharnos” generalmente son por parte del adulto: enojo, desesperación, frustración, gritos, castigos y sermones; a lo que nuestros hijos terminan por: gritar, llorar, rebelarse, vengarse, resistiéndose y guardando rencor. Si nos “enganchamos” ante una mala conducta debemos estar conscientes que lejos de eliminar esa conducta, la estaremos incrementando.

Es difícil no engancharnos, pero no es imposible. Posiblemente empezarás a preguntarte ¿qué puedo hacer para no engancharme?. Lo primero que debemos hacer, y lo que debí de hacer yo, es respirar profundamente. Si empezamos a sentir enojo, debemos evitar explotar y tratar de calmarnos; lo sé, es difícil guardar la calma cuando nuestros hijos apagan nuestros botones de la paciencia con su mala conducta; pero si no guardamos la calma será muy difícil no engancharnos. Podemos tranquilizarnos alejándonos de manera inmediata de la zona de conflicto. Después de lograr estar en calma, es necesario acercarnos a nuestros hijos de manera amable y decirles lo que esperemos que hagan, sin olvidarnos de validar sus sentimientos: “Sé que en este momento te gustaría descasar y ver la tele, pero recuerda que es importante ir a comer. Tan pronto termines de comer podrás regresar a ver la tele y yo te acompañaré para descansar juntas”. Una manera de involucrar a nuestros hijos es dándoles opciones divertidas como “¿te gustaría ir a la cocina dando brincos o bailando?”.  Si yo hubiera puesto en práctica estas acciones con mi hija, el resultado habría sido muy distinto; ella accedería a cooperar, yo habría evitado el gritarle enojada y ambas podríamos haber disfrutado juntas de un momento agradable a la hora de la comida.

Recuerda que es importante no “engancharte” ante las malas conductas; si queremos que nuestros hijos autorregulen sus emociones, debemos dar el ejemplo y autorregular nuestras propias emociones. Trata de calmarte y si no puedes hacerlo, busca la manera de no acceder a una pelea con tus hijos. Abrázalos cuando ellos realmente se sientan enojados o pídeles un abrazo cuando tu te sientas a punto de explotar.

Dennis Charles

Mamá de dos niñas, psicóloga con Maestría en Aprendizaje y cognición y especializada en neuropsicología infantil, certificada en Discipline Positive Parent Educator y en Encouragment Consult.

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