Por Laura Prieto
¡Navidad llegó! Y para los papás, lamentablemente nos llegó el día en que nuestros hijos abren sus regalos, la carta de “Santa Claus está viendo como te portas” ha caducado por este año, nosotros la empezamos a usar desde noviembre y como cada año, a pesar que mi hijo fue niño y no se portó del todo bien, el gordo de rojo le trajo exactamente lo que quería.
Confieso que no me pude resistir a comprarle obsequios que quiero para mi, porque confieso que su colección de Zelda, sus Legos, Playmobil y peluches Ty serán para mi, ya me vi, con todos mis juguetes cuando mi hijo deje el nido y quede su infancia atrás, ahí estaré yo, esperando a que sus juguetes sean todos míos, comprarle regalos es, como quien dice, mi inversión a largo plazo.
Confieso que no me gusta el pavo, tampoco la pierna mechada, me gustan los tamales, solo tamales, cuando era niña íbamos al rancho a Potosí, Galeana, Nuevo León, ahí mis tíos mataban un cerdo, y mi abuela y mis tías lo hacían tamales completo, tengo 14 tíos y tías maternas, y todos se reunían en casa de la abuela, todos los primos y primas hacíamos una pandilla de casi 30 niños, ¿se imaginan? Era genial, y comíamos tamales desde navidad hasta Año Nuevo, tamales con café, y ahora, casi 20 años después, sigo amando los tamales y café por la mañana, me remonta a la felicidad de mi infancia.
Confieso que la decoración navideña es uno de los retos más grandes que tengo, me resisto a poner el árbol, pero mi hijo tiene siempre una enorme ilusión, por eso la quitada del pino es lo más, así como llega la navidad se va, un día de repente no queda rastro de las fiestas y cada año me hago más experta en la organización por cajas de los adornos navideños.
Confieso, que a pesar de que soy según yo, un Grinch, me encanta estar haciendo hermosas memorias navideñas para mis hijos.