Por Lorena Salas
Creer o no creer en el amor sería como preguntarle a un niño si cree o no en Santa Clos, o como preguntarle a un adulto si cree o no en esa Fuerza Divina, llámese Divinidad, Dios o la Gran Alma. Creer o no creer, esa siempre será la cuestión. Quien cree decide vivir en la prueba de fe más grande, dejando a un lado sus dudas, indecisiones, rencores, amargura del pasado y todo lo que conlleva su peor y siempre fiel enemigo: el ego.
Para dar lugar a esa oportunidad de vivir en inmensa plenitud hace falta sanarse primero a uno mismo, soltar todo al Universo y poner en perspectiva las cosas, hacerse las siguientes preguntas: ¿quiero seguir sufriendo por este amor no correspondido? ¿quiero darme la oportunidad de restaurar mi relación porque ya no tengo nada que perder sino mucho qué ganar? ¿estoy dispuesta(o) a abrir mi alma, aún más y dejar que siga entrando el amor a mi vida? ¿estoy dispuesta(o) a darle una oportunidad a esa persona que se muestra arrepentida y con ganas de acompañarme en mi camino? ¿Estaré abierta(o) a vivir el amor de otra manera?
Volver a creer en el amor implica sincerarse con uno mismo, ya que estar con miedos o dudas que nos paralizan, sólo nos hace atormentarnos y vivir en un autocastigo, recuerda que estamos aquí sólo una vez en este mundo, y gran parte de nuestro aprendizaje es a través de caídas, fracasos, errores, desilusiones, abandono y rechazo, que todo esto no es más que el conjunto de varias pruebas que, si no las tuviéramos, nuestra vida se quedaría estancada.
La esperanza nunca muere. ¿Por qué si damos todo en una relación, damos nuestro tiempo, nuestros mejores años, nuestra vida entera, por qué entonces de pronto nuestra pareja simplemente decide que ya no quiere nada contigo, que “se le acabó o se le fue diluyendo el amor”? ¿En qué momento le llega esa crisis existencial a la cual no fuimos ni enterados ni advertidos ni mucho menos invitados?
Quienes han pasado por una ruptura, una crisis de pareja y un corazón roto, sabrán bien de lo que hablo, y escribo estas líneas porque considero que no soy la única ni la última que está pasando por esto, sé que, a pesar de todo, habemos muchos que seguimos creyendo en el amor a pesar de lo doloroso que pueda ser el que la otra persona no tome ese amor, ¿pero de qué se trata la vida sino de vivir, sentir y dar amor? Para mí el amor es como la sal y la pimienta en la comida, no se puede vivir sin ese valioso elemento.
Entonces, vendrá el bombardeo de cuestionamientos de muchos valientes, fuertes y experimentados en el amor: “¿Por qué sigues en esa relación?”, “¿por qué sigues amándolo y esperándolo a pesar de que él o ella no muestra ni el mínimo interés por regresar?”, “¿por qué te lastimas tanto?”, “¿por qué no le hablas claro sobre lo que sientes?”, como si esto último no fuera suficiente, tantas veces que por hablar claro nos han rechazado, y nos han dicho que ya no hay vuelta atrás, pero ahí seguimos con esos atisbos de esperanza, esa esperanza que nunca muere, al menos no para mí ni para muchos en mi situación. Mientras yo tenga amor en mi vida, lo seguiré dando, tal vez con más contención y cuidado, pero al fin dándolo, quien lo tiene que lo de, de eso se trata la vida, sólo tenemos asegurado este momento y finalmente lo que cuenta es lo que tú realmente quieres, lo que te haga feliz y lo que te mantenga en sintonía con tu verdad.
Sea con esa persona a la que aún amas y aún desconoces si seguirán juntos, o sea con alguien más que te depare el destino, nunca dejes de creer en el amor, el amor está sólo en ti y es esa fuerza y luz que te impulsan a seguir. Que nada ni nadie te limite a sentir y gozar de esta vida, ya bastante odio hay en el mundo como para no dar la última gota de esperanza y de amor en la humanidad, ¿no crees?