Por Dennis Charles
Todos tenemos días buenos y días malos. Cuando todo parece fluir de manera positiva, nuestro trato y relación con los demás llega a ser más respetuosa; sin embargo, cuando tenemos un día lleno de estrés o en el cuál estamos apresuradas o cansadas, nuestro ánimo se ve afectado y empezamos a sentir frustración, enojo o desesperación. Ante estos sentimientos, es más fácil acceder a nuestro cerebro primitivo, ya que nuestra corteza prefrontal, la cuál es encargada de regular las emociones y nos ayuda a pensar y resolver problemas, se desactiva; por lo que es más fácil reaccionar de manera negativa ante estas sensaciones. Tenemos que aprender a calmarnos antes de actuar y volver a estabilizar nuestro cerebro para volver a relacionarnos de manera positiva con los demás y poder solucionar conflictos.
Todos hemos “perdido la cabeza”, hay días en que de plano pareciera que no podemos tranquilizarnos; hay días en que nos pasamos la mayor parte del tiempo regañando, gritando, apresurando o humillando. Sí, lo hacemos porque nos sentimos desesperadas y es normal sentirnos así; sin embargo, podemos afectar profundamente a los demás, sobre todo a nuestros hijos; nuestros niños estarán aprendiendo que los gritos son una manera de resolver problemas cuando en realidad no lo son.
¿Qué podemos hacer cuando sentimos que no tenemos el control y que estamos perdiendo constantemente la paciencia? Tenemos que buscar maneras para poder calmarnos, y lo primero es reconocer que en ese estado no podremos resolver nada y lo mejor es retirarnos, respirar, tranquilizarnos. Cuando te sientas enojada por algo, pide a tus hijos que te den un abrazo, al estar cerca de ellos podrás tranquilizarte y evitar gritarles.
Y si ya les gritaste a tus hijos o los regañaste por algo, reconoce frente a ellos que perdiste la paciencia porque te sentías enojada, pídeles perdón y busquen maneras de solucionar los problemas. Siempre podemos volver a intentarlo, los errores son grandes oportunidades para aprender.
Durante esta semana, cada vez que alguna conducta de mis hijas me hagan sentir molesta, desesperada, irritada o frustrada, trataré de pedirles un abrazo fuerte para que me pueda tranquilizar y después les pediré que me ayuden a encontrar formas más productivas de solucionar aquellas cosas que me hicieron sentir así. Te invito a ponerlo en práctica también, verás que poco a poco notaremos un gran cambio.
Los problemas se solucionan cuando nosotras estemos calmadas, tenemos que dejar enfriar un poco la situación antes de actuar. Los niños al sentirse bien, estarán mas motivados a cooperar con nosotras y a comportarse mejor.