Por Elena Hernández
Más allá de las arrugas, las estrías y las canas acumuladas en estos 10 años, a propósito del famoso #10YearsChallenge en el que todos o casi todos se han aventurado a comparar sus fotografías del antes y después, yo hago una breve pausa para hacer mi propia observación de los cambios que he tenido en estos últimos 10 años.
Para empezar, estaba recién casada, vivía despreocupada y muy ilusionada. La imagen en mi mente que me representa en esa época es la de una mujer con 2 tallas arriba, pero de piel más tersa, las chiches en su lugar, las nalgas bien firmes, usaba lentes con armazón grueso y había teñido mi cabello de café oscuro, usaba calzón coqueto, estaba depilada siempre y me mantenía ocupada con algunos proyectos en los que trabajaba desde casa. Había regresado a mi ciudad natal después de cuatro años de vivir fuera. Confieso que era floja para la casa, se me secó el jardín del frente porque nunca lo regaba, se acumulaban los trastes sucios, se apilaba la ropa en el cesto y ni hablar de barrer y trapear, inconscientemente me negaba a ser “la chacha”, en mi creencia de que por dedicarme a limpiar no sería vista como nada más.
Recuerdo con pena que llegaba mi marido después de su trabajo y él se ponía a ordenar la casa, nunca me reclamó nada, supongo que él me dejó hacer a mi ritmo la transición para tomar las riendas del hogar. No era solo mantener pulcra la casa, ni tener lista la comida, ni criar a los hijos, ni seguir con mi desarrollo personal, sino todo en conjunto. Pero todo esto se aprende con los años, nadie me lo dijo entonces. ¡Qué bueno que me tuvo paciencia!
No soy perfecta, no es mi intención serlo, busco la armonía cada día y no siempre la consigo. Hoy, después de 10 años, soy una máquina haciendo mil cosas entre la casa, el marido y los hijos, y aunque dejé en pausa la arquitectura, funjo como publicista amateur y escribo cada quince días.
Ahora estoy 2 tallas abajo, me depilo cuando puedo, uso calzones más cómodos, soy fan de los jeans y los tenis y miro con melancolía mis zapatos de tacón, que cuando tengo ocasión de usarlos hago el intento, pero ya no los aguanto, casi siempre ando descalza, ni el peine ni el maquillaje son ya mis amigos.
En estos 10 años parí 4 hijos, mis chiches los han amamantado y al último aún lo traigo pegado. Ha sido un largo recorrido de experiencias, de trabajo arduo, de estrés y también de goce, de aprendizaje, de crecimiento en muchos sentidos. Definitivamente he cambiado mucho. Gané mucho, amé tanto y voy por los siguientes 10 años.