EL NIÑO SÁNDWICH

Por Cristina Aguirre

Siempre que nace un hermanito, es muy común escuchar “dedícale más tiempo al grande ya que es el que está más necesitado de amor y atención” y si definitivamente comulgo con este pensamiento. ¿Pero qué pasa cuando hablamos del tercero? El hermano mayor, ya sabe que el corazón de los padres no cambia con un nuevo miembro de la familia (ya lo vivió)…  pero el de en medio definitivamente entra en una abrupta competencia, en la que inconscientemente, no hay victoria: competir con un hermano mayor y un bebé recién nacido puede ser UN DIFÍCIL Y MUY FRUSTRANTE RETO.

De pronto mi hijo, comenzó a retroceder en la forma de hablar y a hacer cosas de bebé (como dame en la boca a mi también) imitando a su hermana y en cuestión de segundos también se encontraba imitando al grande sin poder logarlo por la poca edad o madurez, sé que era frustrante para él no encontrar su propio lugar.

Cuando llega un nuevo miembro a la familia es muy común que los hermanos comienzan a retrasarse o en algunos casos rebelarse, por lo mismo: QUIEREN Y NECESITAN ATENCIÓN, ya que los hermanos recién nacidos les representa una amenaza, ¿compartir el corazón de los papas? Difícil de entender para ellos… y los que más llegan a sufrir, son los de en medio.

Literalmente comienzan con esta guerra de ¿soy grande? ¿O soy pequeño?  No puedo hacer lo que hace mi hermano el grande y tampoco soy un bebé.

Los hijos “de en medio” generalmente son niños que aprenden mucho más rápido ya que pasan mucho tiempo conviviendo con el hermano mayor,  ven e imitan todo lo que hacen  y sobre todo se hacen muy independientes al no tener cien por ciento a la mamá, ALGO QUE EN LA MAYORIA LOS DISTINGUE ES QUE SON NIÑOS QUE DESTACAN ACADEMICAMENTE U OTRAS ACTIVIDADES ya que le tocó “sobrevivir” (por así decirlo) con el fraccionado tiempo de atención de los padres.

Pero ¿qué tan perjudicial puede ser en cuanto autoestima?

No veo como algo imposible criar a los tres, lo verdaderamente desafiante es equilibrar los tiempos cuando llega el tercero. El de en medio muchas veces sale volando. No porque no lo amemos lo suficiente sino que realmente entra esta guerra de necesidades básicas de cada hijo, las tomas de biberón o tiempo de lactancia con el recién nacido son demandantes y generalmente el mayor se le da atención porque ya hace ese tipo de travesuras qué hay que estar al pendiente sumado a actividades escolares.

Recuerdo esta escena que me hizo entrar en acción de una manera URGENTE.

Me encontraba con mi hija la menor  arrullándola y sentí que había alguien detrás de mí; volteo y estaba mi niño de un año seis meses recargado en la pared observándome con una carita de tristeza… no necesite escuchar palabras; sabía perfectamente el sentimiento de soledad y de desplazo que estaba sintiendo. Se me hizo el corazón chiquito. Deje a la bebe en la cuna y comencé a hacerle cosquillas y le repetí una y otra vez lo mucho que lo amaba, pero sabía que no era suficiente para compensarle lo que estaba sintiendo.

¡Hay Dios!.. No me estaba dando cuenta que mi niño estaba sufriendo en silencio.

Un día una tía de mi esposo escuchó mi preocupación y me dio una idea que cambio cien por ciento la situación; Me dijo: “pasas mucho tiempo con el grande por la escuela. ¿Porque no te llevas al de en medio ciertos días tú y el solos a pasar el rato?” Puedes dejar a los otros dos encargados un ratito y así le das ese tiempo de calidad que necesita. SIN HERMANOS.”

Bueno pues el niño sándwich y yo hicimos el emparedado perfecto.  Platicábamos, me contaba sus cosas muy a su modo y comencé a formar de nuevo esa relación que por las circunstancias se había deteriorado. Esta hora que le dedicaba EXCLUSIVA era vital para hacerlo sentir seguro; me enrolé con más atención a sus actividades y así podía estar más tiempo junto a él.

Ahora, si quisiera hacer hincapié de que el niño sándwich no siempre tiene que ser el de en medio, sin querer podemos tener a algunos de nuestros hijos en esta situación de desplazo ya sea porque los otros sean más demandantes o alguna situación externa que como consecuencia nos haga posponer un poco a uno de ellos.

La solución era fácil; comprendí que la tormenta estaba en un vaso de agua y que lo único que necesitaba era tiempo de exclusividad. Así como la lactancia exclusiva; mi hijo necesitaba ese tiempo de saber y de sentir: “yo también soy muy muy importante”

Este acto provocó varias cosas buenas:

1.- Comenzó a darse cuenta que el amor de sus papás es incondicional. Así que le fue más fácil sobrellevar esta transformación de bebe a hermano mayor.

2.- Acepto a su hermana y comenzó a enrolarse en las actividades de sus cuidados.

3.- Le dio seguridad para interactuar con su hermano mayor ya que sentía nuestro respaldo.

4.- Encontró su propio y auténtico lugar en el que puede ser él mismo (Lo que a la vez le da seguridad en su mismo entorno).

Hoy ya no tengo un hijo sándwich, sino un hermoso niño, que sabe muy bien su valía. Jamás cambiaria esas horas tan bien invertidas.

Querido hijo; ya no eres un bebé, pero sigues y seguirás siendo, como desde el primer día que te cargue: “El lucero de mis ojos”.

Cristina Aguirre

Soy licenciada en derecho, esposa y madre de tres hijos. Actualmente estoy laborando en una empresa familiar restaurantera, junto a mi esposo. Comencé a escribir como DESAHOGO en mis muy, muuuuy reducidos tiempos libres; escondida en la lavandería, mientras los niños dormían. Gracias por la oportunidad, en especial a todas aquellas mamás que me impulsaron a hacer esto.

DEJA UN COMENTARIO

LECTURAS RELACIONADAS