Por Liliana Contreras
A veces, olvido que mis hijos son niños. Veo que Nicolás hace una rabieta y lo corrijo pensando, no en lo que está ocurriendo en el momento, en lo que quiere o lo que causó su irritación, sino en quién será dentro de diez o quince años. Es decir, tengo a un niño de dos años que me dice: ¡no quiero! Y lo que veo es a un adolescente huyendo de casa o haciendo grafiti a media noche.
Sé que los primeros años son cruciales para el desarrollo de su personalidad, de su autoestima o su inteligencia, pero me centro tanto en lo que será de él “cuando crezca”, “cuando sea grande”, “cuando ya no esté con él”, que, ¡híjole!, olvido al niño pequeño que está aprendiendo de mí, que repite todo lo que hago y que se queda con esa impresión emocional de mis reacciones “adultas”.
Olvido que tengo un hijo que tiene un vocabulario de alrededor de cien palabras y que empieza a formar oraciones cortas, esperando, erróneamente, que me diga por qué llora.
Olvido que tengo un hijo que, por su propia madurez, aún no logra regular sus emociones y espero a un niño que se calme, antes de darle lo que necesita.
Olvido al niño que aún no tiene un patrón regular de sueño y espero que se duerma cuando se lo indico, en donde nos encontremos y, a veces, sin seguir un ritual que le dé seguridad.
Olvido que salí de casa con un pequeño de dos años, que no encuentra a su alrededor los objetos de costumbre y espero que no llore mi ausencia y le dé la mano a quien, supongo, debe tenerle confianza.
Olvido que, a su edad, debe comprender mejor mis gestos o el volumen de mi voz que cualquier cosa que pueda decirle y me frustra que mis palabras no le den tranquilidad, cuando yo misma estoy tan inquieta.
Olvido, al final, que tengo que vivir los dos años con todo lo que son los dos años: incertidumbre, falta de lenguaje, formación de hábitos, negación, control de esfínteres, renuencia, reconocimiento de sí mismo, voluntad. Vivir a tiempo porque la adolescencia llegará de seguro. Con sus propias características, pero con una voz más clara (espero).
Elizabeth
Jamas analice el impacto que tendria al limitar o dejar libre a mis hijos.. pero es dificil determinar si una decision fue o no la correcta. Esperemos que cuente la no mala intension