Por Lorena Salas
El otro día mientras estaba en el jardín con mi hija de casi 6 años disfrutando de una tarde soleada, comenzamos a tener sin querer un momento filosófico y de reflexión donde me abordó con una pregunta de esas que no te esperas en un momento casual.
–“Mamá ¿de qué está hecho el cielo?” a lo que respondí de inmediato (gracias a mi hámster cerebral) con otra pregunta: ¿tú de que crees que esté hecho?, –“pues de nubes, estrellas, planetas, del sol, de la luna” …y añadí: “y de muchas otras cosas que nuestros ojos no alcanzan a ver”.
Continuó jugando con la pelota y mientras yo pensaba y digería las futuras posibles respuestas si seguía con sus interrogantes de alta complejidad acerca del cielo, llegó de nuevo con su vocecita haciéndome la pregunta más inesperada, la que ni yo misma me había hecho y la que quizás nadie me había cuestionado:
–“Mamá ¿de qué está hecha la vida?”. Tomé unos segundos para pensar bien el poder de mis palabras sobre lo que le iba a responder y le dije: “Pues de buenos y de malos momentos y sólo tú decides con cuales quieres vivir”. –“Yo elijo los buenos”. Y entonces fue cuando una luz dentro de mí me hizo explicarle lo siguiente: “pero también los malos momentos son importantes porque de ellos aprendemos a sacar lo mejor de la vida, nos impulsan a seguir adelante a pesar de cualquier caída”.
Y de nuevo ahí estaba frente a una niña de 6 años viéndome a mí misma con esas interminables preguntas sobre la existencia humana, aprendiendo junto con ella y encontrando respuestas que estaban siempre allí, en mi interior, listas para salir e iluminar a mi hija que también me enseña y me ilumina con el poder de asombro, magia e imaginación a través de sus ojos.
Si tan sólo nos detuviéramos un momento a pensar, sentir, imaginar, soñar, ver y cuestionarnos con los ojos de nuestros hijos, nos sorprenderíamos de la grandeza de la vida misma y sobretodo del poder que depositan en nosotros los mayores en encontrar respuestas, y son sin duda esas respuestas que incluso jamás imaginamos dar, las que nos enseñan y nos dejan pensando, creyendo de nuevo que estamos aquí por una razón y un propósito: aprender unos de otros en especial de nuestros pequeños grandes maestros.