“Con esa primera cámara fotográfica, mi padre no sólo me regaló una profesión, sino un modo de vida, una manera de ser y vivir el mundo.
La fotografía me ha llevado por muchos caminos y me ha enlazado con personas que nunca hubiera imaginado conocer. Y no hablo de personalidades de la farándula, políticos, deportistas, etc. Hablo de aquellas personas que han sido importantes en mi vida y que me han impulsado a ser lo que soy, cada día mejor.
Hablo de aquellas mujeres de mi familia que fueron mis primeras modelos. De amigas entrañables de la infancia que hoy me piden retrate a sus hijos. De compañeras con las que he hecho proyectos en conjunto y en el camino seguimos colaborando. De aquellas mujeres artistas, curadoras, escritoras, bailarinas, fotógrafas, dramaturgas, directoras culturales, ambientalistas, rescatistas, que han creído ciegamente en mi y me han impulsado a seguir creando y a explorar nuevas dimensiones de mi misma.
Hablo de mujeres, pero también de hombres. Hombres como mi padre que me permitió volar siendo muy joven y explorar así mis capacidades. Hablo de ese primer amor que vio la artista en mí. De parejas que se han desvelado conmigo viéndome editar. De amigos verdaderos, cineastas, emprendedores, promotores, alumnos e individuos que encuentran en lo que hago un ejemplo a seguir.
A mis casi 40 años, no solo celebro la fotografía. Celebro la vida que ella me ha entregado, las alas que me han crecido con cada foto, cada encuentro, cada lugar, cada persona. También celebro los errores, los tumbos, los enojos y los desencuentros. Porque cuando algo en tu vida es tan grande e imponente como el gran océano, no nos queda más que rendirnos a esa ola que nos engulle para sacarnos más limpios, humildes y con una nueva mirada segura y cristalina de enfrentar lo que esta por venir”. /Susana Veloz/