PERSPECTIVAS

Por Laura Prieto

Todo depende con el cristal con que se mire, lo decía mi abuela y ahora lo digo yo, frases de señoras que de repente te das cuenta que son sabiduría pura.

Tengo casi un año siendo mamá de dos. Cuando estaba embarazada me imaginaba cómo sería cuidar a un par, habitualmente me preocupaba porque sentía que mi paciencia se había esfumado con la crianza de mi primer niño, pero, sorpresivamente, no fue así.

No sé si en aquellos tiempos, cuando estaba embarazada, el estrés me rebasaba o tal vez las hormonas o el miedo, pero estaba muy irritable y enojosa, quería hacer lo máximo en mi trabajo, tatuar lo más posible, evitar dejar trabajo pendiente, y quería tatuar hasta el último día que la panza me dejara. En casa estaba igual, ordenando, pintando, haciendo de todo, porque sabía, que al llegar Sara sería muy difícil tener en orden mi vida, así que al final del día solo quería tirarme en la cama, ver una buena película y descansar. Pero todas las noches era igual, al llegar a mi cuarto, escuchaba un piano, de algún vecino que elegía la noche para practicar, una y otra vez la misma canción, y yo, furiosa, no disfrutaba mi noche, odiando al vecino, pensando cómo podía ser tan desconsiderado, me ponía audífonos y seguía escuchando en la lejanía las notas del piano y así fueron, algunos meses de hacer corajes y berrinches porque no quería escuchar ese odioso piano.

Nació Sara, fue hermoso, y así comenzó el trasnochar, pasaba las noches en el cuarto de entretenimiento, meciendo, cantando, disfrutando, viendo tele, dejando el tiempo pasar, en medio de la noche todo era silencio, a veces iba a mi cuarto y veía cómo mi esposo y mi hijo dormían mientras mi niña me veía con sus enormes ojos, disfrutando de mis brazos. Al pasar las semanas, poco más de un mes, volví a mi cuarto y Sara esporádicamente se despertaba, y yo con ella, en los brazos, en la soledad de la madrugada, y de repente, el piano, la misma canción de siempre. Al pasar los días en la habitación alejada me había olvidado del piano, así que en medio del silencio, mi vecino o vecina o quien sea quien toca se puso a practicar e irónicamente me alegré, alguien más estaba despierto, así que disfruté la melodía, de repente no estaba sola meciendo, lo hacía con música. Los siguientes días estuve meditando y tuve una Epifanía, “todo depende con el cristal con que se mire”, me sorprendí de recordar cómo me enojaba escuchar el piano por las noches y como lo disfrutaba ahora que debía desvelarme, y me llevó a pensar que, a veces, la vida es así, tenemos ciertas molestias por cosas que “nos hace alguien” pero que en realidad no es su intención, no es personal. Tenemos el poder de elegir cómo vemos la vida, podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío, enojarnos porque la lluvia ensucia nuestro coche o sentir la bendición del agua sobre nuestra tierra, pelear en la fila del semáforo o alegrarle la mañana a alguien cediéndole el paso, ver las cosas diarias de manera positiva, buscar el lado bueno de las situaciones. No permitamos que el estrés o alguna carga diaria nos haga ver mal las cosas, sólo necesitamos cambiar la perspectiva.
No estás sola.

Laura Prieto

Nací en Saltillo, Coahuila hace 32 años. La vida me llevó a aprender a tatuar, complementé mi aprendizaje estudiando artes gráficas y haciendo toda cosa creativa que llegara a mí. Ahora soy madre, esposa, llevo 14 años en el mundo del tatuaje y sigo feliz y encantada de trabajar en lo que estoy.

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