Por Liliana Contreras
Hace años, escribí un ensayo sobre la fabulación de la mujer en la Literatura Mexicana, con ayuda del maestro Jesús de León. En él, aparece un recorrido de cómo en nuestra literatura se ha utilizado la figura de la mujer como motivo de ficciones, que van desde el mito del origen en el Génesis, hasta la aparición del “hada del hogar”. Lo dijo Rosario Castellanos en su libro Mujer que sabe latín: la mujer ha sido, a lo largo de la historia, más que un fenómeno de la naturaleza, más que un componente de la sociedad, más que una criatura humana, un mito (p. 9). De ahí, surgen estereotipos característicos de cada época.
Por ejemplo, para las generaciones previas a la nuestra era un acto revolucionario ser una musa a la que pintaran desnuda los artistas de la época. En la actualidad, ver a una mujer desnuda hasta da flojera. En algún momento, usar pantalón era un acto revelador; en la actualidad, es lo común.
Sin embargo, hay algunos modelos que llevan siglos y que siguen prevaleciendo, como el mencionado por Virginia Wolf. Ella pensaba que la mujer dejaría de ser el sexo protegido (y por ello, limitado) y que podría participar en todas las actividades y esfuerzos que le estaban prohibidos:
- En un informe que rindió Olga Bustos ante la ANUIES, menciona que el 66 por ciento de las mujeres en el mundo son analfabetas. ¡ANALFABETAS!
- En la esfera política, a nivel mundial, solo el 10 por ciento de parlamentarios son mujeres.
- Las mujeres reciben 25 por ciento menos de salario que los hombres por un mismo trabajo.
- A finales del siglo pasado, el 80 por ciento de obreros en las maquiladoras de la zona fronteriza, eran mujeres.
- No olvido el caso de Eufrosina Cruz, quien ganó las elecciones municipales de Santa María, en Oaxaca. El puesto le fue arrebatado porque la costumbre dictaba que el pueblo “no puede ser gobernado por una mujer”, menos si ésta era profesionista.
- De acuerdo a los resultados de la ENDIREH 2006, en México el 43.2 por ciento de las mujeres de 15 años y más sufrió algún incidente de violencia por parte de su pareja (esposo o pareja, ex-esposo o ex-pareja, o novio) durante su última relación.
- En 2018, cada día 9 mujeres fueron asesinadas (habría que ampliar el panorama, pues las mismas estadísticas indican que, al día, hay 2 homicidios de niños menores de 14 años. Otro dato del INEGI dice que, en 2017, en el 89 por ciento de los homicidios, las víctimas fueron hombres y el 11 por ciento, mujeres. El problema es el homicidio como tal, no sólo de mujeres, sino también de hombres y niños).
Es decir, no hemos logrado la igualdad que soñaba Wolf hace casi un siglo.
Desde hace más de diez años (y antes, incluso de estar casada y tener hijos), me preguntaba cómo la mujer era capaz de soportar el imaginario que se ha creado a su alrededor. Piensen en la mujer con ocho brazos, haciendo varias cosas al mismo tiempo. Ésa es una imagen en la que se nos encasilla actualmente. Ya no usamos corsé, pero, lo que es peor, las limitaciones son cognitivas.
Desde mi carrera en el área de la Literatura, encontré que se ha convertido a la mujer en metáfora de vaca (rumiante de faenas e inmovilizada en su postración); de boa (receptora y vacuidad que es llenada por el hombre); de ola (encargada de la limpieza de la casa, voluble, solitaria, quejumbrosa y vacía); en templo (receptáculo y exaltación del falo), entre muchos otros.
¿Para qué fabular a la mujer? ¿Para qué convertirla en princesa, en multitask, en boa o en vaca?
Para inmovilizarla dentro de un rol que se le ha asignado externamente. Rosario Castellanos lo explica de la siguiente manera: al considerar a la mujer como una belleza de pies pequeños y delicados, no va a ninguna parte; la mujer etérea, vulnerable física y emocionalmente, se le concibe como ignorante del mundo y, de esta manera, no puede participar en él.
¿Por qué es importante esto y por qué lo escribo dentro del tema Mujer, feminista, feminazi?
Porque para mí el verdadero feminismo no es evidente. Se encuentra escondido. Está detrás de las escritoras que elegí, que de forma contundente, nos dicen que hay mujeres resistiéndose a “entrar” en esos estereotipos y que lo han hecho a través de la forma más posible para ellas: siendo fieles a sí mismas. Podríamos encontrar cosas semejantes en otras ramas profesionales.
“Lo femenino o lo feminista debe ser leído como una estrategia de enunciación (…), como vector de acción política en lo social, como fuerza de intervención teórica que pone en duda la organización simbólica dominante y, por último, como una fuerza estética que altera las codificaciones sociales” (Franken, 2008).
No es feminista la mujer que golpea a su pareja, obviamente. No lo es la que revisa sus cosas personales como el teléfono o cuentas de correo y redes sociales. No es feminista la mujer que habla con groserías o grita para hacerse escuchar. Tampoco la que, ocupando un puesto alto en una empresa, se corrompe para estar al nivel de sus compañeros. No es feminista la mujer que se esfuerza porque los demás reconozcan su inteligencia o su valor, la que hace las cosas por aceptación social, ni la que lo hace por coerción. No es feminista la mujer que juzga el esfuerzo de otras mujeres, aunque hayan logrado menos que ellas. No es feminismo casarse por interés o por compromiso. Tampoco la que decide quedarse sola porque casarse iría en contra del “feminismo”. Ni lo es el abortar por tener el derecho sobre nuestro cuerpo.
Lo que para mí es el feminismo es vivir una vida con un sentido único y personal. Hacer lo que nos sea preciso hacer, para vivir el día a día o para alcanzar nuestros ideales. Es feminista la mujer que cuida y protege a sus hijos y que reconoce que para ello necesitan de un espacio saludable y acogedor. La mujer que, sola o con pareja, cuida de su cuerpo, de su alimentación y se siente bien con lo que es. La mujer que ama sus cicatrices. Aquella que valora su pasado, pero sigue esforzándose cada día por construir un mejor futuro. La mujer que trabaja o que se queda en casa por la convicción de que eso es lo mejor para sí misma y para su familia. La mujer que decide quedarse sola porque no ha encontrado el amor. Vivir una sexualidad consciente, valorar la vida. La mujer que, reconociendo su capacidad e inteligencia, la usa para el beneficio de otros (hombres o mujeres), por saberse más responsable.
En el análisis literario que hice, encontré algunas similitudes en las escritoras que consideré feministas: pienso en Nellie Campobello, Elena Garro, Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Guadalupe Dueñas, Julieta Campos, Fabienne Bradu, Elena Poniatowska, entre otras.
Han sido señaladas por transgredir o desobedecer al orden establecido.
Han dedicado su vida a dejar testimonio del ser femenino mexicano.
Se han formado no sólo en el plano superficial, sino en el plano profundo, para comprender su lugar en el mundo.
Utilizan su inteligencia para resolver problemas interesantes, para comprender la realidad, más que para obtener un título o grado universitario.
Una vez lograda su propia emancipación, brindan ayuda a otras mujeres para que desarrollen su propia personalidad, inteligencia e independencia. En palabras de Simone de Beauvoir, cuanto más se afirman las mujeres como seres humanos, tanto más muere de ellas la maravillosa cualidad de lo otro (como alterativa al hombre).
¿Mujer, feminista o feminazi?
En lo personal, he transitado por las tres. A veces, siendo mujer en rosa, viendo una comedia romántica o embobada con algún galán del cine. Otras, alcanzando cierta plenitud con una idea que me parece original (aunque me dure el gusto solo unos segundos). Y otras, debatiendo radicalmente por lo mismo que me he quejado.
Lo más interesante es cuestionarnos, siempre: ¿cuál es el motivo detrás de mi lucha?
Lecturas recomendadas:
Señas particulares: escritora, de Fabienne Bradu.
La herencia obstinada. Análisis de cuentos nahuas, de Julieta Campos.
En el jardín de los cautivos, de Maritza M. Buendía.
Mujer que sabe latín, Sobre cultura femenina, La abnegación: una virtud loca y Poesía no eres tú, de Rosario Castellanos.
Acechando al unicornio. La virginidad en la literatura mexicana, de Brianda Domecq.
Gritos y susurros 1 y 2, de Denise Dresser.
Tiene la noche un árbol, de Guadalupe Dueñas.
La loca de la casa, de Rosa Montero.
Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, de Octavio Paz.
Las siete cabritas, de Elena Poniatowska.
La novela según los novelistas, de Cristina Rivera Garza.
El libro vacío y Los años falsos, de Josefina Vicens.
Un cuarto propio, de Virginia Wolf.
El segundo sexo, de Simone de Beauvoir.
La venganza del hada del hogar, de Eve Gil.
El oficio de escribir: la profesionalización de las escritoras mexicanas, de Cándida Elizabeth Vivero.