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MI DIMENSIÓN DESCONOCIDA

Por Clara Zapata Tarrés

Mis padres son exiliados chilenos. Tienen, como todos los seres humanos, una historia particular. Hoy, estoy de vacaciones con ellos y cada día aprendo nuevas dimensiones de mi propia vida, junto a ellos. En realidad, lo que necesito decir, es que Yo, soy hija de unos padres chilenos que fueron exiliados. Soy hija. Y como hija, mi historia es distinta. Ellos cargan sus propios cuentos, su narrativa, sus alegrías y tristezas y llevan más de 40 años viviendo en México. Ya casi son mexicanos. Yo, en cambio, soy una orgullosa mexicana que tardó unos cuantos añitos en identificarse. Soy hija. Fui una persona muy deseada por mis padres. Mi mamá descubrió la guanábana y me cuenta que en su embarazo una tarde, se tomó toda una jarra de jugo de esta exótica fruta mexicana. Desde ahí creo que lo descubrí pero hicieron falta algunos espacios, tiempos y vivencias para definir lo que soy hoy. Soy hija. Ellos nos quieren mucho y algunos (bastantes) años vivimos los 4 como si realmente fuéramos fantásticos. Amándose, odiándose, pero siempre juntos. Mi mamá, eterna feminista, trabajadora incansable y mujer muy elegante hasta hoy. Pancho, él, exigente, luchador, rebelde, solitario y lector. Mi mamá quería que yo fuera un poco como ella y mi papá me repetía casi diariamente que “la organización es la base del trabajo” y todos los días me hacía un examen que implicaba el “qué sabes hoy que no sabías ayer”. Bien o mal, hoy soy yo, más libre que ayer…

Pero quiero hablar de esto solo como una introducción a lo que aquí nos toca. Todos y todas tenemos una historia. ¿Buena o mala? Eso depende de cómo tomemos cada paso que damos, la sensibilidad que le ponemos a lo que hacemos, las necesidades que tenemos. Vaya, a cada subjetividad que nos define a cada quien. Desde que nacemos, nos identificamos con ciertas cosas. Si queremos ser chilenos, mexicanos, mujeres, hombres, hijos, hijas, si queremos jugar a ciertas cosas, si nos queremos vestir de ciertas maneras, si nos tatuamos o no, es parte de nuestra historia muy personal y subjetiva. Vamos haciendo camino al andar como diría Joan Manuel Serrat. Nacemos de alguna manera y quizás nos imaginaron los demás de otra. Pero sin duda, en algún momento sí podemos decidir qué ser, cómo, cuándo y hasta dónde. Mi destino no está escrito. Podemos tener padres divorciados, madres violentas o violentadas, familias cariñosísimas, un padre o una madre que decidió cambiar de sexo o unos padres que decidieron trabajar e ir de vacaciones y tener como prioridad la familia, padres deportistas, fumadores, fiesteros… Somos tan diversos como queramos imaginar. Y de ahí salimos nosotros. Los hijos. Con esas herencias emocionales a cuestas. Y decidimos. Elegimos si seguiremos la pauta o la trastocaremos. Elegiremos ser libres o seguir el patrón sin arriesgarnos a conocernos, a descubrir lo que somos.

Incluso, yendo más lejos, en ocasiones estas herencias tienen recovecos con tintes mentirosos, engañosos o protectores o silencios que de vez en cuando abren las puertas de la dimensión desconocida. Y ahí, descubrimos otros cuentos, otros caminos que aunque callados, nos van definiendo. Y seguimos decidiendo si mantenemos el silencio o nos paralizamos en el camino o salimos corriendo a reinventarnos. Ellos, nuestros padres tuvieron lo suyo. Es hora de construir lo nuestro. De experimentar y de mirar otras posibilidades que nos hagan más valientes para nombrarnos como solo nosotros queremos. Sin etiquetas.

Pero… Y ¿nuestros hijos e hijas? Existe tal vez la seguridad que nuestra nueva aventura les gustará. Pero quizás no. Habrá que estar preparados para ello, para dejarles un camino de la libertad. Ayudarles a que nadie, ni nosotros mismos seamos los que los marquen y que ellos mismos sean los que definan la mera palabra. Libertad. No hay receta ni instructivo. Solo creo que la verdad, el respeto y el intentar crear un mundo en que nosotros seamos los acompañantes, que tengamos bien preparadas nuestras manos para caminar a su lado, será importante en esta gran decisión, que es arriesgarse a ser libre.

Susana Veloz: Realicé mis estudios de fotografía en la Ciudad de México, especializándome en Técnica Polaroid, Arte Zen, Iluminación y Retrato. Mi trabajo ha sido publicado en diversos medios impresos. Desde 2007 me dedico a la docencia. Hoy divido mi tiempo entre dar clases, realizar sesiones y rescatar perros de la calle.
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