Por Dora E. Berlanga
Palabras vacías, palabras sin sentido, relatos que escuchaba, oraciones simplemente repetidas, pero ésta vez todo fue distinto, mientras leía la octava estación del viacrucis algo muy profundo se manifestó, la voz se quebró y las lágrimas empezaron a brotar, “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos»; expresando así la nobleza de sus corazones hacia lo más necesario y urgente: la conversión suya y la de sus hijos”, en ese momento cada palabra cobró sentido, escuché y recibí un mensaje a través de esa lectura y las subsecuentes y hoy que vivimos el tiempo de Pascua con nuestros hijos de vacaciones en casa quiero compartir un poco de todo eso contigo.
Nuestros hijos son especialistas en tocar nuestros botones y encender tantas cosas que llevamos dentro sin que nos demos cuenta de esto. ¿Será que es parte de su misión? ¿Será que también debemos aprender de nuestros hijos y no solo ellos de nosotros? Muy seguramente si, se dice que es a través de nuestras relaciones que podemos sanar, mejorar y crecer como personas, pues absolutamente todas nuestras relaciones son proyecciones propias en mayor o menor proporción. Y a través de observar la relación con nuestros hijos, las circunstancias que se presentan en la vida de cada uno de ellos y cómo nos hace sentir todo esto (relación y circunstancias) podemos hacer profundos cambios en nuestra persona.
Por eso hoy que los niños están más tiempo en casa es buen momento para detectar qué botones se encienden, pues seguramente se presentarán situaciones en que brote el enojo, la impaciencia, el agotamiento, exigencias y perfeccionismo, quizá tristeza o miedo, pues la crianza es un gran reto y demanda muchas cosas de nuestra parte, mucha responsabilidad, pero al igual que detrás de la cruz que Cristo cargó sobre su espalda para redención de su pueblo, está el amor y la promesa de resurrección, que son todos esos momentos de gozo y alegría que hay detrás de la gran responsabilidad de ser padres.
Es por eso que detrás de la crianza hay muchísimos regalos, todos basados en el amor, pues de cada hijo podemos aprender muchísimas cosas si nos levantamos cada día con una actitud, mente y corazón receptivos, dispuestos a mirarnos a través de los demás y en especial a través de un hijo que con su comportamiento y en sí todo su ser me habla e invita cada día a conocerme mejor y dar ese “salto” a trabajar en mi persona, tal como nos invita el tiempo de Pascua, a renacer, a reinventarnos, pues Pascua significa básicamente “paso” o “salto” y es la celebración del paso de Jesús de la muerte a la vida.
En lo cotidiano podemos vivir y ser parte de esta celebración venciendo las barreras a conocernos mejor, tales como la falta de tiempo para ti, miedo a mirarte y aceptarte, orgullo, superioridad, en fin muchísimas cosas que vivimos y manifestamos inconscientemente desde el miedo pero hoy son tiempos de coraje, valentía y voluntad con la promesa y garantía de que todo esfuerzo te da una vida nueva llena de logro y plenitud. Para esto hay un simple ejercicio de observar qué te hace sentir cada circunstancia o forma de ser de tu hij@, ponle nombre a ese sentir, ponle nombre a la emoción y describe la sensación en tu cuerpo, escribe todo, después de un tiempo léete y ve identificando patrones, cultiva el silencio y tiempo a solas y encontrarás respuestas y camino.
Hoy te deseo el suficiente valor y esfuerzo de mirarte a través de tus hijos, identificar tus heridas y sanarlas, con compasión mirar y aceptar tus defectos y trabajar en ellos y que juntos re-vivan desde una nueva forma de relacionarse, más allá del agotamiento, dudas, miedo e impaciencia, que prevalezca en ti los limites con amor y determinación, y una insaciable sed de ser cada día mejor.
Dora Berlanga