Por Dona Wiseman
Los seres humanos estamos armados de incongruencias, y no me refiero al espíritu de fariseos e hipócritas que es evidente en nuestro andar diario. Me refiero a que nada es absoluto en nosotras. Hay excepciones a cada regla y determinación y actitud. Podemos ser felices y no estar siempre felices. Cambiamos de parecer y nos dejan de gustar cosas conforme pasa la vida. A la mamá de 4 no le gustan los niños. El hombre al que no le gustan los animales de pronto se enamora de un pequeño pájaro. El niño malhumorado es feliz cuidando a un niño más pequeño. Descubrimos que una persona aparentemente fría tiene un corazón grande. Una persona que dice querer estar a tono con el medioambiente usa productos que tienen un algo grado de químicos. Tenemos gustos secretos que negamos y disgustos que permanecen escondidos. Trabajé más de 10 años con 2 personas que nunca supieron lo “picky” que soy para la comida, y hay una lista larguísima de comidas que no como porque no me gustan.
¿Podríamos pensar que es cuestión de equilibrarnos? Quizás lo sea. ¿Será que hay cosas de nosotras que no conocemos del todo y que manifestamos en su aparente opuesto? O bien, ¿es posible que lucho a diario para sostener la parte de mí con la cual me defino, y rechazo lo que creo que no soy?
Yo tengo, entre otras tantas, estas “cosas” que defino como contradicciones:
- Tener mucha confianza en mí mientras muero de miedo.
- Ser transparente en mi forma de vivir sabiendo que hay verdades de mí que pocos podrían reconocer.
- Mi nivel de actividad, a veces desenfrenada, junto al cansancio absoluto que con frecuencia me provoca aún más movimiento.
- La valentía de lanzarme a mil aventuras y la necesidad de proteger una mínima parte íntima que luego recobra importancia total.
- La generosidad impecable que coexiste con un grito desesperado de “¡déjenme en paz!”
- La conciencia de la salud y el deseo irresistible de comer pizza de tres quesos (la pizza entera).
- Extrañar a alguien cuando no está y alejarlo cuando está cerca.
- Tener mucho sueño y no quererme dormir porque me perderé de algo importante en la vida.
- Fascinarme los ejotes cortados en tiras (corte francés) y negarme a comer ejotes en trozos (corte italiano).
- Odiar levantarme por las mañanas cuando la mañana es mi parte favorita del día.
- Amar el helado de vainilla y ser totalmente intolerante a la lactosa.
- Enmudecer por querer decir “sí” y “no” al mismo tiempo.
- Adorar el verde y odiar un tono específico de verde.
¿Cómo sería tu lista?
Y si nos ponemos un poco más filosóficas, dice Eva Pierrakos:
Tras la puerta de sentir tu debilidad reside tu fuerza.
Tras la puerta de sentir tu dolor reside tu alegría y tu placer.
Tras la puerta de sentir tu miedo reside tu seguridad.
Tras la puerta de sentir tu soledad reside tu capacidad de gozar de tu plenitud, amor y compañía.
Tras la puerta de sentir tu desesperanza reside la esperanza.
¿Qué hay detrás de eso que insistes que tú eres?