Por Clara Zapata Tarrés
What’s in a name? That wich we call a rose
By any other word would smell as sweet
(Romeo y Julieta, Acto II, Escena 2)
Vivo en un lugar donde uno de los oficios más comunes es el de panadero. Así como en Monterrey caminamos por las calles y todo huele a carne asada, acá en Ramos Arizpe, hay días en que todo huele a pan. No podríamos dejar de lado en el tema del significado de los olores en nuestra cosmovisión y nuestras vidas el famoso libro de El Perfume que tanta pasión desató en el personaje de Grenouille. Tampoco el maravillosísimo libro de Laura Esquivel Como agua para chocolate, donde los olores forman parte central de la narrativa. Pero, a pesar de que existe investigación sobre el tema, el olfato es uno de los sentidos quizás menos apreciados. Y tendríamos que valorarlo cada vez más para poder entender mucho sobre la cultura, la sociedad y sobre todo, las emociones…
En mi jardín planté algunas lavandas y de pronto, cada vez que riego, me envuelve la nostalgia plena de la casa de mi abuela Omi… Y así podría seguir… un perfume francés me recuerda a mi mamá y me da la sensación de que ella está conmigo; el olor a sudor me recuerda cuando mi papá me tomaba en brazos. Hoy después de muchos años, puedo refugiarme en sus brazos y tener la misma sensación. Así también, puede que no haya visto o recordado a mi abuelo Juan cuando me sorprende un dulce olor que me evoca cuando lo abrazaba o cuando estaba curioseando de niña en sus escritorios. A todos nos pasa que cuando extrañamos a nuestro ser amado, olemos su sudadera y sentimos el cosquilleo del deseo o del amor romántico…
Percepciones, sensaciones, aromas, perfumes, metáforas, recuerdos, emociones, son las que hacen que de vez en cuando (o casi siempre) se nos estruja el corazón y que nos envolvamos en una nube suspendida en el aire donde el tiempo y el espacio pierden concreción. Literalmente volamos a otros mundos. ¿Te ha sucedido?
Pero y ¿qué tiene que ver esto con la lactancia? TODO.
El sentido del olfato, comienza desde que salimos del vientre. Él nos guía para reptar hacia los pechos que serán nuestro alimento. Desde los primeros minutos de vida llegaremos a ese mágico lugar seguro a través de uno de los sentidos más importantes. El pecho huele al líquido amniótico, y poco a poco empezaremos a reconocer, diferenciar y preferir ciertos aromas. Reconocemos a quien nos alimenta y nos carga y desconocemos al que no lo hace. Incluso, percibimos la presencia a veces lejana, a través del olfato.
Pero además, la reciprocidad no perderá sentido porque yo, quien recibo al bebé, también comenzaré a reconocer quien es mi cachorro. Tal vez casi imperceptible, inconsciente; pero reconoceré un mareo delicioso, que a través del olfato me irá transformando para nunca olvidarlo. Cuando quiero que salga leche de mis pechos evocaré sensaciones olfativas y de pronto, notaré cómo sí tiene un efecto poderosísimo. Tal vez, años después, cuando mi bebé ya sea adolescente, de repente, oleré una cobijita o algo en el aire que me traerá esa misma sensación tan placentera. El olor es bastante indescriptible. Podemos mencionar algunas comparaciones o ponerle adjetivos. Sin embargo, el olor de alguien es una intuición, un recuerdo, una evocación. Es una metáfora. Y se impone, no podemos casi controlar porque viene espontáneamente, completamente animal.
Lo maravilloso de esta percepción es que viene acompañada de muchas emociones… sino, ¡qué sentido tendría! Hermosos sentimientos, ganas de abrazar, de apapachar, de amamantar y de dar besos. En resumen: Amar. El olor se impone, no vacila, nace primitivo. Así, el lenguaje de los olores será imprevisible, sorpresivo y sorprendente…
Imaginemos pues lo que recordarán nuestros bebés con toda esta revolución a través del olfato. Pero vayamos aún más allá… Cada día tengamos la gran oportunidad y magia de oler por todos lados a nuestros bebés. En cada etapa serán distintos, perdurables y nos llenarán de emociones (incluso esos olores de preadolescentes o adolescentes jeje…).
De esta manera, a través de nuestra vida, iremos rellenando pequeñas carpetas “odoríferas” que nos ayudarán a reconocer unos y otros y que por lo tanto se relacionarán con nuestra historia de vida, nuestra memoria y nuestro imaginario. No habrá olores indiferentes, todos estarán cargados de algún sentimiento o evocación. Hagamos que el olor nos provoque y busquemos los olores agradables que nos traigan actitudes y emociones de alegría y de placer…