Por Cristina Aguirre
Me lo advertiste claramente y lo repetiste un sinfín de ocasiones“lo entenderás en algún momento”. Fuiste muchas veces el obstáculo más grande en varios planes, ¿Por qué no podía ir a esa fiesta que todos irían? Estabas tan centrada en mí, tan enfocada en que no me pasara nada. Repetías y repetías tantas veces lo mismo que en algunos momentos llegaste a aturdirme. ¿Estás comiendo bien? Necesitas dormir más. Te estamos esperando. “¿Por qué no puede entender que ya estoy grande para cuidarme sola?”. Llegué a pensar muchas veces, ¿por qué no me entiendes?…
QUÉ EQUIVOCADA ESTABA.
Sin embargo con la impotencia de tan solo un espectador, contuviste tus palabras, tu llanto, tu mortificación y esperaste. Y cuando tropezaba o algo vulneraba mi corazón, ya estabas ahí, lista, en aquella alcoba donde derramé mis primeras lágrimas de derrota y verdadero dolor, contigo, junto a ti.
Se repetía esta escena en la que alguna vez te busque, por alguna cortadita, algún chipote, y no dudaba en buscarte, porque sabía que me ibas a curar, pero ahora te encontrabas sanando heridas del alma.
Y aunque imagino que, aunque paseaste por tu lengua varias veces el “te lo dije”, lo contuviste y sustituiste reproches para recordarme lo valiosa que era para ti.
Sé que dentro de ti había esta guerra en la que darías lo que fuera por no verme así, pero lograste ocultarlo con esa sonrisa. No entiendo cómo lograste hacerlo. Aún tu abrazo lo sentí como medicina. Lo necesitaba.
Recorriste junto a mi dejando poco a poco tu juventud, tu tiempo. PERDÓN, porque menosprecie tantas veces tu experiencia.
Pero fuiste paciente, te convertiste en mi amiga y sabía que al final del día estarías ahí… quisiera tener mucho más tiempo, tenerte y poder correr hacia ti como lo sigo haciendo. Siempre contándote a altas horas de la noche cómo me fue, las victorias todo aquello que a veces hasta con miedo festejabas a mi lado.
Quería ser tan diferente a ti. Y ahora solo pido ser, aunque sea la mitad de lo que fuiste TU para MI.
Cuánta razón tenías. Las generaciones cambian, pero los problemas siempre son los mismos. Yo que creía estar “más en onda” … pero cada palabra y cada consejo que parecía no retener, lo conservaba y vaya que los terminé utilizando y en otros casos pensando “si la hubiera escuchado”.
Y si mamá. Comprendí que el amor, la felicidad, el dolor, se aprende intensamente con los hijos.
Si hubiera entendido, si realmente hubiera sido más madura, menos testaruda… tal vez hubiera llorado menos… pero no cambiaría los momentos en que me hiciste grande. Me dotaste de un auténtico valor que me daba la fuerza y la seguridad para seguir adelante.
Comenzó a correr mi reloj y vi en mi un poco o mucho de ti. De pronto me encontraba repitiendo tus mismas frases… qué ironía.
Me llena de orgullo hablar de ti con mis hijos. Intento criarlos lo más semejante posible… lo que algunas veces aborrecí, entendí que eras tú, tú mi mamá, ejerciendo la maternidad.
El que te llamen abuela mis hijos; es una gran bendición. Y un TE AMO de Dios. Pero sobre todo un siempre te amaréde tu hija. Siempre serás mi mamá.
No sé si alguna vez seré amada de la misma forma. No sé si exista en este mundo amor más grande que el que recibí de ti.Tu ejemplo me hace ver que la maternidad nunca termina. Aunque ya no estemos en el mismo hogar sigue sonando tu teléfono a altas horas de la noche, donde mi papá contesta modorro y dice: te habla tu hija.
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Me encantó Cristy, felicidades y sigue adelante creciendo como ser humano. Un abrazo para tí y para tu mami